Palma fue este domingo un cruento campo de batalla. No importaron las reglas establecidas previamente por la Convención de Ginebra: no se puede disparar al enemigo salvo en el sitio acordado. Pues dio lo mismo. Las primeras refriegas entre soldados de Canamunt y Canavall ya se estaban dando dos horas antes de la batalla en Sant Miquel, ante la mirada atónita de turistas y domingueros.
Se cumplen ya tres años de la fiesta inventada por el colectivo Orgull Llonguet, que cita a las dos mitades de Palma en el Parc de la Mar para saldar las cuentas de los Anglada y los Rossinyol, con persecuciones sangrientas allá por el siglo XVI por el ahora plácido Borne.
“Esto no es una fiesta Holi hecha para sacarla en las redes sociales»
Cuenta José Juan Luna, organizador de Orgull Llonguet, que el primer año se organizó “pensando que sólo vendrían cuatrocientas personas. Y entonces vinieron 2.000 y parecía que se nos iba a ir de la mano”, cuenta aún sorprendido por el poder de convocatoria. Hoy, con sólo tres años de historia, es una de las grandes citas de las jaranas palmesanas. “Esto no es una fiesta Holi hecha para sacarla en las redes sociales. Hay una historia detrás que decidimos adaptar a esta batalla”, afirma Luna.
El juez d’en Berga, una de las víctimas de estas rencillas nobiliarias que envolvió a toda Ciutat, ejerció este domingo de maestro de ceremonias y dio inicio a la batalla del agua, bajo los compases de la Marcha Imperial de La Guerra de las Galaxias. Una banda sonora que alimentó la sed de sangre de las huestes de uno y otro bando, que estuvieron durante unos tensos diez minutos separados por unos pocos metros mientras gritaban consignas contra el enemigo.
Más de 5.000 personas se sumaron a esta fiesta, que al fin y al cabo es una reproducción de las rencillas entre Villaarriba y Villabajo. Unos se tiran tomates, otros nueces y en Palma se disparan con agua al ritmo de ‘The Final Countdown’ de Europe, ‘Mi gran noche’ de Raphael o el ya mítimo ‘Seven Nation Army’ de los White Stripes que ya no falta en ningún enfrentamiento, ya sea acuático o futbolístico. La charanga Final Feliz mezcla géneros y música sin ningún reparo y con la garantía de que aquel que no se mojó terminó por su culpa.
Turistas extasiados ante el inminente choque de la marea roja (Canamunt) y amarilla (Canavall), preguntaban por algún sitio donde comprar pistolas. Empezaron a surgir las ideas de negocio de cara al año que viene.
El alcalde Antoni Noguera lucía camiseta roja, como vecino de Pere Garau
Hasta los miembros del Consistorio palmesano han mostrado su posicionamiento. El alcalde Antoni Noguera lucía camiseta roja, como vecino de Pere Garau, mientras que el regidor Aligi Molina apostaba por el amarillo de Canavall. La edil de Participació Ciutadana, Eva Frade, también de Canavall, no dudó en sumergirse en la batalla campal e incluso atacar las zonas secas (lo que viene siendo Suiza) donde se apostaban curiosos y prensa. Efectivamente: los plumillas tampoco nos libramos del fuego cruzado.
Para el año que viene quedan un par de temas pendientes que Orgull Llonguet debería plantearse: montar un puesto de armas de agua y repartir chalecos antibalas-chorro para informar desde primera línea sin sufrir daños irreparables.



































