El Casal Solleric exhibe en parte de sus salas una muestra dedicada al artista estadounidense Peter Halley (Nueva York, 1953), compuesta de veinte pinturas y ocho estudios. Coorganizada por el Museo Nacional Thyssen Bornemisza y bajo la curaduría del director artístico de la entidad Guillermo Solana, la selección de obras pertenecen a diferentes colecciones privadas españolas, entre las que se cuentan la de los barones Blanca y Borja Thyssen, López de la Serna CAC, Hortensia Herrero, Xavier Fiol, Angelo y María Fernanda Mazarella, Santomera Bay Barcelona, Girvent Valls y Oli & Carol.
La muestra, a su vez, es acompañada por una entrevista grabada entre el artista y Solana, donde entrega al auditorio una pincelada respecto a su obra, sus influencias y sus procesos. Al recorrer el repertorio de lienzos, nos encontramos con obras de distintos tamaños, también de formas que no son al azar. Tienen una explicación, aunque no se contemple a simple vista.
Bastidores de formas geométricas, cuadrados y rectángulos elaborados con pintura acrílica, gotelé en colores puros, metalizados y fosforescentes presentan un complejo entramado de celdas con barrotes, que para el artista representan las prisiones del hombre en el mundo contemporáneo, atrapado por la fluorescencia de las pantallas y el avance imparable de la tecnología.

En sus obras se aprecia la técnica de la aplicación paciente de varias capas de pintura sobre el soporte para lograr colores de pinceladas uniformes. El mismo paciente procedimiento se observa en el uso de roll-a-tex, más conocido como gotelé, utilizado por Halley para dotar a las obras de relieves con un impacto más arquitectónico.
Terminado el trabajo pictórico de las piezas, Peter Halley comienza el proceso de composición de piezas por agregación de lienzos cuadrados o rectangulares entre ellos. Algunas presentan conductos, que representan para el artista vías de escape. En otras prescinde de esos conductos, haciendo referencia a la era analógica en la que vivimos.
Las obras de bastidores intencionadamente irregulares, permiten al creador transmitir un sentido referente a las prisiones saliendo del marco, a la prisión escapando de la pintura. Existen en esas piezas una suerte de presión suspendida en el aire. Esa sensación se incrementa a la percepción visual gracias a la profundidad de los lienzos, que rondan los 10 centímetros en la mayoría de ellas. En estas piezas, Halley critica la cultura posmoderna y acervo sociocultural y artístico occidental en el que ha crecido, especialmente el estadounidense.
Peter Halley hace referencia a la obra anterior del colorista y académico alemán Josef Albers, basal en la educación artística de occidente en la segunda mitad del siglo XX, y en la de Kazimir Malévich. Por supuesto, desde gigantescas diferencias. Albers a través de sus estudios demostró que el color es un fenómeno que puede variar dependiendo de la yuxtaposición de colores. Esa concepción, probada en el ejercicio del color a través de décadas, es imposible de lograr en colores fluorescentes, metalizados o los relieves. Por su parte Malévich, pintor ucraniano futurista de temperamento revolucionario, apela al “grado cero de las formas”, a cargar las obras de explosividad a través de abstracciones extremadamente depuradas, volver a partir de cosas elementales, de los colores que habitan nuestra alma, de una simple línea, de un círculo, una cruz, un cuadrado, un plano oblicuo, de nuestra interioridad más sobria, más pura, para lograr desencadenar inmensas transformaciones. Aquello tampoco se ve en las composiciones eléctricas de Halley, aunque cumplen con el objetivo de movimiento de Malévich. Las obras de Halley se estremecen, se sacuden en una relación entre la ingravidez y la gravedad, el entrelazado de los espacios, en su fluidez. Hay en la obra de Halley un olfato de rechazo al materialismo como algo trascendental y eso se desprende de su intencionada importancia por lo invisible, por lo impalpable que transmiten ese estremecimiento propio de sus obras, como una descarga.
Las celdas de Halley introducen en la percepción del observador la idea de espacio interior y exterior. ¿Estamos dentro o fuera de la celda cuando miramos una obra del artista? En ese binomio juega el artista con nosotros. Ejerce una crítica a la regulación de la vida por parte de las instituciones, representa el paisaje postindustrial, acentúa la noción de circulación y la idea de simulacro.
Graduado en la Universidad de Yale (cuya escuela de diseño fuera fundada por el mismo Josef Albers), obtuvo el máster en Bellas Artes en la Universidad de Nueva Orleans en 1978. Fundó el año 1984 la galería International with Monument en el East Village de Nueva York junto a Jeff Koons, de fama planetaria, Ashley Bickerton y Meyr Vaisman. Desde entonces, un largo número de exposiciones han incluido instituciones como el museo CAPC de Burdeos o el Museo Centro de Arte Reina Sofía en Madrid. Autor y editor, es desde el año 2001 director de estudios en pintura e impresión en la Escuela de Arte de la Universidad de Yale.
La muestra “Peter Halley en España”, recién inaugurada y que permanecerá abierta al público hasta finales de mayo, es una excelente oportunidad para navegar por la obra, el imaginario y los postulados de uno de los artistas más importantes de su generación, en lo que constituye uno de los principales eventos artísticos del año en la ciudad de Palma. No se la pierda.