¿Cómo y cuando empezaste a pinchar?
Cuando era niño, compartía habitación con mi hermano mayor, Toni. En esas cuatro paredes, me empecé a empapar de música que no era la típica que escuchaba la gente de mi edad. Incluso, estuve a punto de entrar como bajista en una banda que formaron unos amigos.
Todo cambió en un viaje que hice a Londres cuando tenía unos 19 años. Al llegar, me compré una cinta de cassette que incluía dos sesiones: una de Frankie Knuckles y otra de David Morales. Al escucharla, me di cuenta que quería ser discjockey. Era una época en la que sonaban ‘I Believe’, el ‘Missing’ de Todd Terry o el ‘Hideaway’ de Delacy. Aquel sonido de Chicago me conquistó.
Al regresar a Mallorca, lo primero que hice fue comprarme dos platos de segunda mano. Dos de mis mejores amigos –Juanjo Ramírez y David Blanco- me ayudaron económicamente. Me acuerdo que el tipo que nos los vendió era residente del Physical y que tuvimos que ir hasta la Colònia de Sant Jordi a buscarlos.


¿Recuerdas tus primeros bolos?
Cuando era un adolescente, recuerdo poner música en Sa Mola de Sineu. Jordi, el propietario, iba a comprar a Discos Oh! Luego, nosotros los pinchábamos durante media hora, ya que era un sitio de pachanga. Todavía guardo algunos de esos vinilos, como el ‘Throw’ de Paperclip People.
Después, llegaron algunos bolos en el Pub Shadow de Inca antes de marcharme a vivir solo a Alcúdia. Tenía 18 años. Allí, un amigo abrió el Imagine con Rafalet y conmigo como residentes. Aquella fue la mejor escuela para aprender a pinchar. Ten en cuenta, que íbamos dos días a la semana y que disponíamos de tres o cuatro horas para cada uno. Después, al acabar, nos íbamos de after al Pub Cocos. Luego, llegó una época en la que pinché con Lokita.
Empecé a mezclar con vinilos. En 2002, me cambié a los reproductores de cds para disponer de una selección mucho más amplia. Ahora, pincho con USB.
¿Cuándo cambio tu carrera?
Creo que hay varios momentos fundamentales. La primera fue gracias a Tina, en el Cassette. Yo, por entonces, nunca había pinchado en Palma. Ser residente de esa sala me permitió que la gente de Ciutat me conociera. Además, allí conocí al amor de mi vida.
También fue importante mi paso por Safari Club o la etapa que estuve con Dirt Diggler, que me permitió estar presente en las cuatro primeras ediciones del Tramuntana Rocks.
Otro momento importante fue hace no tanto. Estaba tan desmotivado, que incluso valoraba la posibilidad de dejarlo. Ya no disfrutaba. Entonces, Matías abrió el Brooklyn Club. Aquello fue como volver a estar en casa.
El último tuvo lugar el pasado mes de febrero, cuando Manu Sánchez me llamó para formar parte de su proyecto. Estoy muy agradecido por su confianza. Me encanta trabajar con él, ya que es muy profesional en todos los aspectos.

¿Con qué estilo te sientes más cómodo?
A lo largo de todos estos años, he ido cambiando. No me gusta encasillarme en un estilo concreto. Aunque venga de una época housera, me gusta mezclar todo tipo de música,
Lo que no pincho es techno. Le tengo tanto respeto que sería incapaz. Techno es lo que pinchan, por ejemplo, Ángel Costa u Óscar Mulero. En todo caso, mi palo más duro sería el tech house.
De todas maneras, cuando me canso de un sonido busco otro para evolucionar. Antes, por ejemplo, estaba encasillado en un rollo melódico como el de Maceo Plex o Tale of Us.
Ahora, en mis sesiones, busco que la gente se divierta. Intento alejarme de los sonidos oscuros y apuesto por otros más frescos y alegres.
Por otra parte, reconozco que soy muy crítico conmigo mismo. Por ejemplo, no me fui contento del Social Club hasta mi quinta actuación.
Imagino que, con tantos años pinchando, tendrás más de una anécdota….
Ni te imaginas (risas). Por ejemplo, ir a un bolo y encontrarme la discoteca cerrada. O ir a cobrar y que no te paguen lo pactado.
En otro sentido, tengo una anécdota muy bonita con Kerry Chandler. Pinché antes que él en el R-33. Al acabar mi sesión, me marché a tomar un poco el aire a la terraza. En un momento dado, me llamaron para que fuera a la cabina. Evidentemente, pensaba que fallaba algo técnico. Pero no. Para mi sorpresa, Chandler me dijo que quería compartir conmigo la última hora. Imagínate lo que supuso para mí, ya que es uno de mis referentes.
Tras acabar nuestro set, llegó el momento más surrealista cuando nos dispusimos a poner el último tema. No te lo creeras, pero ambos –cada uno por su lado- escogimos el mismo: ‘Fly Life’ de Basement Jaxx.
¿Cuál ha sido la fiesta de tu vida?
El bolo de mi vida fue, probablemente, en el Mallorca Live Festival de 2018. Me tocó pinchar tras Sexy Sadie en la zona de la carpa a la misma hora que The Prodigy actuaba en el main stage. Pensaba que estaría solo, pero, afortunadamente, me equivoqué. Una tremenda tormenta hizo que la gente buscase resguardo en el área en el que yo estaba pinchando. Fue increíble ya que el público estaba volcado.
Otra noche inolvidable fue en el Space de Madrid con Andrea Oliva en una fiesta conjunta con el R-33. Pinché de dos a cuatro y me lo gocé. Esa discoteca y su sonido son espectaculares.


Has compartido cabina con muchos primeros espadas. Técnicamente… ¿Con cuál te quedas?
Tiga me dejó alucinado. Y eso que no soy muy seguidor de sus producciones. Antes de que viniera al R-33 lo había visto en dos ocasiones y no me había llamado la atención. Pero aquella noche en Palma me dejó con la boca abierta.
Otro que me parece un maestro es Óscar Mulero. Nunca he visto a nadie mezclar como él. Y mira que su estilo es el que más me cuenta. Pero aquello era de otro mundo. Parecía que él y el soundsystem eran uno. Sin poses ni bailes. Pura concentración a tres platos con la mejor ecualización que he escuchado en mi vida.
Cambiando de tema, parece que la pandemia llega a su fin tras condicionar nuestra vida social durante meses…
Sin duda, la época de la pandemia ha sido muy complicada. Además, me pilló en un buen momento profesional. Incluso tenía cerradas dos fechas en Barcelona.
Nadie hubiera pensado jamás que nos prohibieran pinchar. Y no solo eso. Recuerdo la incertidumbre sobre el regreso. Los meses iban pasando, y mientras otros negocios abrían, nosotros estábamos parados porque las discotecas estaban cerradas. Supongo que todo aquello me sirvió para saber que pinchar me da la vida. Recuerdo que, sobre todo, echaba de menos el contacto con la gente y su energía.
Tras recuperar más o menos la normalidad, me costó unos cuatro meses recuperar la confianza. Mi mujer, Alejandra, ha sido clave para volver a dar mi mejor versión y seguir disfrutando de mis bolos. Ella siempre me apoya y eso, para mí, es muy importante.
Y vuestro peque… ¿Cómo lleva que su padre sea deejay?
Pues a Edu no le gusta mucho (risas). Él ahora tiene ocho años, a punto de cumplir nueve. Prefiere los ritmos urbanos, el reggaeton o la música española a la electrónica. Le gusta mucho cantar y como esas letras son en castellano, se las sabe todas.
Creo que lo que ha sucedido con estos estilos es algo que ya había sucedido antes. Para mí, la música solo tiene dos etiquetas: buena o mala. Evidentemente, cada uno tiene sus gustos de lo que es una cosa u otra.
En mi opinion, la frase “la música ya no es lo que era” tiene una sencilla explicación. Creo que aquellos que la dicen es porque han dejado de tener inquietudes musicales. Es decir, se concentran en una época y dejan de escuchar las novedades.
¿Qué balance haces de este verano?
Ha sido espectacular. Nunca había pinchado tanto. Entre semana, y hasta octubre, estoy como residente en el The Origin, un beach club situado en el Balneario 10 de la Platja de Palma. Allí, pincho house y afro.
También he disfrutado de mi residencia en el Brooklyn Club, que como te he comentado antes es como si fuera mi casa. También en clubs como R-33, Lunita y Selva, sin olvidarme del Cinco Océanos en Alcúdia y el Origen Fest con Paul Kalkbrenner.
Además, los domingos he estado con Manu Sánchez en el Under Society del Social Club, compartiendo cabina con artistas como Marco Faraone, Coyu, Tania Vulcano, De La Swing, por citar algunos.

¿Cómo ves la escena en la isla?
La oferta de este verano ha sido amplía y de calidad. Hemos tenido tres días de Mallorca Live Festival, cinco fiestas de Origen en Son Fusteret y otras tres fechas del Sónar Village a s’horabaixa. A todo esto, le puedes sumar el Rock n’Rostoll o el Turó Fest, además de la programación de clubes como R-33, Selva o Social Club, con artistas internacionales de primer nivel. Veo la escena más fuerte que nunca.
En cuanto a los deejays, creo que arriesgamos muy poco en nuestras sesiones. Es decir, vamos a lo que funciona seguro. Supongo que será porque nadie quiere perder su sitio.
¿Te llama la atención el tema de la producción?
Por supuesto que me llama la atención. Y mucho. De hecho, he hecho hasta un curso con Sebas Ramis. Pero no tengo paciencia. Me frustra mucho no poder plasmar mis ideas. Además, creo que es necesario emplear mucho tiempo. Y yo, de eso, apenas tengo (risas).
Por último, ¿Qué consejo le darías a alguien que está empezando?
Creo que es esencial no dejarse llevar por los gustos de los demás. Es muy importante tener un estilo propio. Que escuche mucha música para encontrar su sonido, sin dejarse influenciar por lo que ponen los deejays de moda.
FAST CHECK
- Un deejay: Óscar Mulero
- Un productor: DJ Koze
- Un tema: ‘The Sky Was Pink’ de Nathan Fake
- Un estilo que no sea electrónica: Soul
- Un club: Panorama (Berlín)
- Un festival: Sónar
- Una comida: paella o arrós brut
- Una bebida: Fanta Naranja
- Una película: ‘Blade Runner’ (1982)
- Una serie: ‘The Wire’
- Un lugar para perderse: Es Barcarés