El término after hour (algo así como “después de la hora de cierre”) es de sobra conocido por los amantes de la música electrónica. Estos locales, que abren cuando cierran las discotecas convencionales, sirven para acabar o alargar las horas de fiesta. Suele ser frecuentado por trabajadores de la noche, quienes disfrutan bailando tras horas atendiendo sus respectivos quehaceres.
En España, los afters siguen siendo alegales. Es decir, que funciona sin haber sido reglamentado ni prohibido. Así sucede en todo el estado salvo en Catalunya, donde en 2007 se incorporaron al capítulo de “establecimientos de régimen especial”. Allí, para poner en marcha un after, el propietario debe requerir una autorización a la Generalitat, siempre y cuando tenga el visto bueno de su consistorio.
Estas discotecas de día han sido socialmente aceptadas en Alemania, donde uno puede bailar sin tener que estar pendiente del reloj. Y es que en tierras teutonas, especialmente en Berlín, defienden la liberación de horarios a través de la libertad personal.
En Latinoamérica, sobre todo en Colombia, son habituales los afters hours que operan fuera de la ley operando como bar o confitería, mientras que en Estados Unidos y Canadá está prohibida la venta de alcohol.
LA LEYENDA DEL ORIGEN
Según cuenta la leyenda, todo empezó en Amnesia una noche en la que, después de cerrar, los trabajadores esperaban para cobrar. Entonces, al deejay residente -el argentino Alfredo Fiorito- se le ocurrió la idea de pinchar unos discos para amenizar la espera. Evidentemente, todos se pusieron a bailar.
Poco después, se les unió un grupo de personas que tras pasar la noche en Ku (hoy Privilege) esperaba en la parada la llegada del autobús. Por entonces, la terraza de la popular discoteca era al aire libre lo que posibilitó que aquellos afortunados escucharan la música que les indicara el camino. Al día siguiente, la escena se repitió. Y así, sucesivamente…. Así, cuenta la leyenda, nacieron los afters, un negocio todavía hoy no reconocido en España.
A la terraza de Amnesia se le unió la de Space, considerado durante muchos años como el after más conocido del mundo. Y es que por entonces, las celebrities ya acudían a Eivissa, un enclave en el mar mediterráneo en el que podían divertirse sin ser molestados ni juzgados.
En 1999, apareció en escena la promotora italiana Circoloco para convertir los lunes en el mejor día de la semana. Y lo hizo en el DC-10, un club que en sus orígenes tan solo abría sus puertas en el primer día de la semana… como after. De hecho, durante sus primeros veranos, en los que la entrada era gratuita, la música dejaba de sonar a primera hora de la tarde. Luego, los clubbers continuaban la fiesta en el Bora Bora o, más adelante, en el espectacular Pin Up. En aquellos días, las paredes lucían de color amarillo y la terraza estaba completamente al aire libre.
AFTERS EN MALLORCA
Tal y como nos contó César del Río en una entrevista reciente, “todo empezó cuando convencimos al dueño de Villario para organizar un after. La verdad es que la apuesta nos salió muy bien y además de allí, también hicimos otros en Luna, lo que era Pachá, en el Paseo Marítimo. Ese era el after por excelencia. Tampoco puedo olvidarme de Cala Viñas ni de las Cuevas de Galdent”.
“Al principio éramos Francesco ‘El Católico’, Fernando Cerviño, Fernando Gullón y yo. Después, se unió Isaac Indart con el que formé el Djs Club. Posteriormente, se unieron José de Divina (con el que luego compartiría casa en Ibiza) y Angelito. También estaba Miguel Ángel Bosch, que tristemente falleció”, agregó.
Posteriormente, ya a mediados de los noventa, Villario cambió su nombre por el de Aqua. Justo a su lado, Ángel Costa empezaba a destacar en Es Corb Marí. A pocos minutos, en la Plaza Gomila, también destacaban otros como Plató o Tres-23.
Más tarde, llegó el momento del Heaven de Gaby Freeman, Papillón y del Voodoo House en un Factory que volvió a sus mejores tiempos. Ya por entonces, las conocidas como ‘fiestas de día’ convivían con los matinales para camuflar un movimiento cada vez más perseguido.
La presión vecinal acabó con el ‘mañaneo’ en Gomila. Así, la escena se trasladó hasta el Polígono de Marratxí. Allí, un local que empezó siendo Sa Nau, y posteriormente Abbyss Club, se convirtió los domingos en centro de peregrinación con la aparición del Club 25 de Winrich PM. Aquellos fueron, probablemente y con algunas excepciones en días señalados como Año Nuevo, los últimos afters multitudinarios en una isla condenada a esconderse para poder bailar de día. Y de eso, nosotros sabemos un rato.