La reina Letizia y doña Sofía escenifican la paz un año después de su desencuentro en la Seu. Felipe VI, testigo principal.
V. Sánchez. Palma
Le preguntaba la reina emérita a su hijo qué quienes estaban tocando ese Ave María que sonaba a las puertas de la Catedral minutos después de dar por finalizada la Misa de Pascua. Era la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Redención y la Virgen del Mar que habían decidido buscarse un hueco entre el numeroso público que, año tras año, jalea a los reyes a su llegada y salida de la Seu. Llueva, haga frío o calor, siempre hay incondicionales. Como Conchita Contesa, una jubilada fiel a este acontecimiento que esperaba con expectación saber cómo se desarrollarían los acontecimientos. “Solo espero que estén a la altura de lo que son, la Familia Real”, añadía Gladis Ruiz. Muy presente en el ambiente, ya les digo, gris, ventoso y con lluvia intermitente, que se cumplían 365 días de aquel rifirrafe real que dio la vuelta al mundo. Hoy ya había bandos destacados y hemos de decir que el “Team Sofía” era el más numeroso.
No había otro tema de conversación entre fotógrafos, periodistas y curisosos. El teatrillo real estaba a punto de comenzar. Segundos antes de las doce, y cuando la lluvia era más molesta, llegaban todos los protagonistas en un único vehículo conducido por el rey Felipe. Y primera incógnita resuelta: el rey don Juan Carlos faltaba a su cita tras volver a escena justo el año del desastre. Las fuentes bien informadas dicen que el emérito estaba en Galicia disfrutando de lo que más le gusta: sus amigos, el mar y la gastronomía. No sabemos si en este orden.

En la parte trasera, iba doña Sofía con la princesa Leonor y la infanta Sofía –no sabemos cuando tendrá ocasión de estar tan cerca de sus nietas otra vez-. Fue la primera en bajar. Tras ella, su hijo, las pequeñas de la casa, un paraguas y doña Letizia. Decimos lo del paraguas porque la reina optó por llevar el suyo abierto para que debajo de él se resguardaran sus cachorras, como una gallina abre sus alas para proteger a sus pollitos. Doña Sofía, que ya ha vivido todas las situaciones, dejaba que un miembro de seguridad sujetase el suyo y así permitía el trabajo de los gráficos. Y se ponía en un segundo discreto plano.
Cómo han cambiado las cosas, por cierto. Tiempo atrás, a las puertas de la Seu esperaba una legión de políticos y clero esperando hacerse la foto con la Familia Real; en esta ocasión, solo la Delegada del Gobierno, Rosario Sánchez, salió a su búsqueda. El Obispo Taltavull, esperó a cubierta. No era cuestión de que se mojase la mitra. Y esa fue la excusa para que el posado inicial fuera más corto de lo habitual. Bendita agua, debieron pensar.
Cuando doña Letizia decidió cerrar el paraguas, vinieron los primeros comentarios a su vestuario. Costó, 15 años, pero al fin lució un vestido para la Misa de Pascua; un modelo camisero azul marino con estampado floral de Massimo Dutti (ya agotado), del que ella había mandado acortar el bajo; zapatos Nina Ricci y clutch en color vino tinto de Felipe Varela. Lo de las niñas, de nuevo, un despropósito. Mira que son monas pero no acierta. La infanta Sofía parecía que iba al cine con amigas –pantalón tobillero en azul marino (igual que mamá), twin set en tonos rosas y abrigo marino plegado sobre el brazo; la princesa Leonor, vestido celeste a juego con la corbata de papá y un abrigo desabrochado en blanco roto, muy al estilo del estilismo de la reina emérita (guiño, guiño): traje chaqueta de dos piezas con falda en color crema. Felipe VI, traje azul. Todo giraba en esa tonalidad.

La Liturgía duró lo que tiene que durar. Tiempo necesario para que la formación musical llegase a sus puestos, para que las nubes dieran una tregua y se colocaran algunos fans con banderas españolas; en la escena inicial no había. Tiempo también para que el abrigo de la infanta Sofía desapareciera de la fotografía, ahora sí, mejor planificada. Al principio ambas “sofías” compartían espacio; en la imagen final, la princesa de Asturias se pegó a su abuela. ¿Les suena la escena? Pues hubo más. Porque en el momento en el que parecían despedirse, la reina emérita pasaba suavemente su mano por la espalda de la reina, una conversación fugaz, una muestra de cariño y venga que esto está listo y todos para casa. Ya estaba la IMAGEN.
Y entonces lo nunca visto. No porque no lo hayan hecho antes, sino por la duración. Diez minutos de reloj estrechando manos y hablando con el público. El rey deseaba feliz Pascua y doña Letizia preguntaba a un fotógrafo del DIARIO de MALLORCA que se había colocado entre el público que de qué medio era. La princesa Leonor, mucho más en sus labores como heredera, se acercaba hasta la banda y le preguntaba a la más pequeña de la formación que si el tambor que llevaba pesaba mucho. La cara emocionada de Aihoa, lo mejor de la mañana. Bueno, eso, y que la infanta Sofía recuperó su abrigo ya al montarse en el coche. Cosas del protocolo.
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