En la presentación de la Mallorca Fashion Week, en la sala de prensa del Consell de Mallorca, este evento se plantó como una propuesta para promocionar la moda de la Isla, que colocaría a los diseñadores locales junto con nacionales e internacionales. En definitiva: la Isla en el punto de mira de la moda internacional.
Pese a que es la mayor de las Baleares, Mallorca tiene mucho que aprender de Ibiza y de su pasarela. Como pronto, tendría que empezar a conocer y querer a sus propios diseñadores. La cita ibicenca de la moda supone 48 horas de creadores y artesanos de la isla blanca, ya sean isleños de pura cepa como recién llegados que están encandilados con su nuevo destino. Así, bajo la etiqueta de Adlib se despliega toda una tradición que ha sabido exportarse, pero también hay otra moda ibicenca multicultural, vanguardista o alternativa. Da lo mismo: si hay talento, no hay etiqueta que valga.
A Mallorca le falta aún amor propio por sus propios creadores, quizás demasiado preocupados por sobrevivir.
A Mallorca le falta aún amor propio por sus propios creadores, quizás demasiado preocupados por sobrevivir. Por soportar el boom inmobiliario que desplaza las tiendas y talleres de aquellos que hasta hace poco trabajaban en el centro y son expulsados a la periferia, mientras las calles más céntricas son ocupadas por las tiendas de Amancio Ortega y compañía.

El Moll Vell de Palma acogió tres días de desfiles, en una semana con la agenda cargada de otros eventos de moda. Cuentan las malas lenguas que incluso se hizo coincidir alguna cita para boicotear la Mallorca Fashion Week. El caso es que el coste de las entradas de entre 20 y 45 euros no ayudaron al llamamiento (y ojo, Ibiza aquí vuelve a ser más lista y hace una convocatoria abierta a toda la población, que por algo las abuelas ibicencas fueron las responsables de los albores del Adlib). Otro tema que tampoco coincidió con lo presentado en un inicio: de las mil plazas que se anunciaron en la rueda de prensa, se quedaron fácilmente en una cuarta parte y no todos los asientos llenos. Paris Hilton y Cristiano Ronaldo pululaban por la capital balear, mientras Marivent contaba las horas para el aterrizaje de los Reyes. Mallorca estaba animada, desde luego.

Las mil plazas que se anunciaron en la rueda de prensa, se quedaron fácilmente en una cuarta parte y no todos los asientos llenos
La primera jornada contó con los desfiles de Jorge Vázquez, Ion Fiz y Juana Martín. Ninguno mallorquín y todos presentando colecciones que ya habían desfilado en otras ocasiones. Segunda jornada: turno de Santiago Bandrés, Roberto Diz y Jessica Conzen, esta última mallorquina de origen peruano-alemán. Conzen llegaba ilusionada, presentando (ella sí) su inédita colección, su segundo trabajo, tras una primera incursión en la pasarela nacional y que le llevó el reconocimiento de la crítica. Con Folklore, la joven creadora reincidía en mezclar vanguardia con artesanía.
Última jornada de la Mallorca Fashion Week: fue el turno de María Barros, Pamela Dennis (de Nueva York) y Alberto Tous (la cuota mallorquina).La gallega Barros presentaba su nueva colección, al igual que Tous, que también se mostraba esperanzado con la posibilidad de que la cita volviera a repetirse. Todos coincidían en la necesidad de promocionar la moda española o local. Sin embargo, de local se vio poco.
un grupo de diseñadores mallorquines mostraba su descontento por el apoyo institucional a esta cita, a la que apenas nadie había sido convocado.
Mientras tanto, un grupo de diseñadores mallorquines mostraba su descontento por el apoyo institucional a esta cita, a la que apenas nadie había sido convocado. Una Mallorca Fashion Week que ya desde el principio daba la espalda al diseño mallorquín. Eso sí, estuvo Carmen Lomana, que aterrizó en la Isla en un avión privado y llegó a la pasarela en una limusina blanca.

Bisila Bokoko
© La Siesta Press / J. Fernández Ortega
Al mismo tiempo, un pequeño taller de espardenyas del Pla de Mallorca se plantea el cierre y el despido de sus cuatro trabajadoras porque no tiene acceso a los créditos para hacer la siguiente campaña. Una diseñadora insular, en pleno casco histórico, tiene que depositar el alquiler de su local en un juzgado para que no la desahucien. Otra veterana de la aguja abandonó el centro, empujada por inversores suecos. Una joven pareja, con un ímpetu desbordante y unos zapatos alucinantes, quiere fabricar en Inca pero sus artesanos están al borde de la jubilación. Una diseñadora loca por las senallas denuncia que las esparterías y tiendas venden cestas hechas en Marruecos mientras ses madones de sa llata cumplen años. Y los jóvenes diseñadores de Mallorca, los que se titulan y algunos hacen colecciones fascinantes, trabajan en tiendas como Loewe o se van fuera.
Esto, señores, es, a día de hoy, la moda de Mallorca. Pero no se preocupen: se está despertando y lo veremos en breve.