Es Baluard rescata la pintura en la época del desprecio

“Los museos de arte contemporáneo españoles desprecian la pintura”. Con esta aclaración en la rueda de prensa el nuevo director de Es Baluard, el Museu d’Art Contemporani de Palma, estrenó la temporada 2025 con una renovación total de exposiciones en sus salas, dando inicio a la apuesta programática del historiador del arte y comisario David Barro. 

Barro explica que “la pintura siempre tiene una nueva definición”. Bajo esta percepción, la apuesta para la primera temporada que estará en exhibición hasta prácticamente mediados de año, rescata una de las técnicas más importantes en la historia del arte, menospreciada en las últimas décadas en favor de otras disciplinas como la instalación, el arte conceptual, el videoarte, la fotografía o la performance, agrupadas y justificadas dentro del espacio expositivo y museal bajo la denominación de “artes visuales”, como si todo lo que vemos pudiese ser justificado como arte, aunque no exista técnica ni talento pero sí discurso o activismo, tierra fértil para el aumento explosivo de artistas y trabajo continuo para comisarios.

Las palabras de Barro resuenan como un campanario a oídos de artistas taquilleros o comisarios iluminados, constatables al revisar la programación de museos y centros dedicados a la exhibición de arte contemporáneo en España durante al menos las dos últimas décadas. La búsqueda por la originalidad, la pasión por la inmediatez, el vasallaje al mercado, la prostitución hacia la institucionalidad y la subvencionalidad estatal o la insistencia por mensajes relacionados con temas políticos o ideológicos, han vuelto irreconocible lo que no hasta hace mucho entendíamos como “arte” en un relativo marco general. El sistemático asesinato de la pintura y las técnicas tradicionales en pos de nuevas manifestaciones ha provocado con los años una disminución paulatina de la frecuenctación de visitantes a estos espacios y ha desvinculado a los ciudadanos de a pie casi por completo del interés por entrar a un museo de arte contemporáneo. Sencillamente no entienden lo que ven ni les interesa ser receptores de mensajes de tintes propagandísticos o políticos. Y es que en una contemporaneidad repleta de malas noticias y situaciones geopolíticas donde constantemente la estabilidad pende de un hilo, lo último que se desea es entrar por voluntad a un lugar a ver tortuosidades, propaganda o desvinculación de la vida real adornado de textos a modo de esdrujularios.

Curiosamente, por otro lado, museos catalogados y despreciados por esa misma modernidad de antiguos, pasados de moda o anacrónicos como el Louvre, Orsay, el Museo del Prado o los Museos Vaticanos, dedicados a las más altas manifestaciones en la historia del hombre a través de la pintura, la escultura, el dibujo o el grabado, las bellas artes tradicionales, rompen año a año cifras récords de visitas. Esa situación demuestra ejemplarmente que pese a la invención de discursos o reinterpretación u descontextualización de lenguajes, la constante búsqueda del hombre común por la belleza, el placer por la estética, por esas manifestaciones que nos son cercanas y nos hablan de la vida, que pueden emocionarnos en intimidad hasta las lágrimas, en cualquier época y a pesar de todos los avances y nuevas retóricas, se mantienen intactos. En ese sentido, el arte contemporáneo lo tiene muy difícil gracias a él mismo y sus abusos. Constataciones que al mercado, el mundo del galerismo y el comisariado les irrita escuchar.

La nueva programación con la que debuta David Barro incluye las muestras “The Green Fog”, del artista mallorquín José Fiol; “Puntos Cardinales” de Jessica Stockholder; la colectiva “Nachleben: la pintura como arte conceptual” y el plato fuerte, la exposición “Pinturas Aeropostales” del artista chileno Eugenio Dittborn, donde muestra una serie de obras a través de las cuales el creador desafió el estricto régimen institucional de censura durante la dictadura de Augusto Pinochet en el país latinoamericano.

La propuesta de José Fiol presenta a través de la pintura dos prácticas de la cultura y el deporte importantes en la vida y el imaginario de la localidad territorial: el cine y el tenis. Sus lienzos con escenas de las fases de un torneo del elitista deporte, practicado por el propio pintor, como la proyección de una pieza audiovisual de cinematografía estadounidense trae al presente dos nombres que son una constante en el imaginario colectivo español: Pedro Almodóvar y Rafael Nadal, que tanto orgullo, alegría, proyección y reputación internacional han entregado al país, a pesar de que para la mayoría de la población sea prohibitivo pertenecer a un club de tenis o visitar el paseo de la fama en Los Ángeles. Su propuesta refleja, quizá inconscientemente, dos caras antagónicas de una misma sociedad, a pesar de no ser planteada como crítica, sino como simple y mera vivencia del autor. Lo más valioso de esta propuesta es la intención de rigor por la práctica pictórica y sus reglas de representación formal, con una pincelada relamida trabajada a modo de impresora.

Se trata de exhibiciones diametralmente opuestas unas entre otras. Lo cualitativo también varía y eso se aprecia a simple vista en la segunda propuesta  “Nachleben: la pintura como arte conceptual” con el 98% de las pinturas expuestas de propiedad de la colección del mismo museo. En esta nueva revisión de la colección se incluyen algunas obras destacadas, como el ya conocido y teatral “El Abanderado” de Joan Miró y obras de algunos nombres fundamentales de la pintura moderna y contemporánea como Antonio Saura, Wilfredo Lam, George Baselitz o Miquel Barceló. 

Apreciamos a los buenos artistas porque a través de sus obras nos hablan directamente a los ojos de la vida como la erupción de un volcán, una explosión de dinamita o como el choque del viento en nuestro rostro. Eso no llega a suceder con “Puntos Cardinales” la propuesta de Jessica Stockholder, poniendo ante el espectador una fórmula repetida largamente en museos de arte contemporáneo. La agrupación de desechos y basura tecnológica rearmados en formas aparentemente escultóricas y pintadas encima en colores vivos y chillones resulta una inercia constante que desconecta con el gusto estético fundamental del espectador. La mejor propuesta de la exposición parece ser una gran alfombra multicolor de producción local y prolijidad en su fabricación. 

Se reivindica la planta baja en un punto de inflexión con la presencia de la obra de Eugenio Dittborn, que parece anular todo el resto, repletar el espacio como mercurio arrastrándose por un laberinto y traer al presente y la memoria olvidadiza un pasado extremadamente pesado, lúgubre, dramático y tormentoso. Se trata de “Pinturas Aeropostales”. El nombre podría hacernos pensar que se trata de postales pintadas enviadas por correo, pero nada más lejos. Son tres obras de gran formato en papel, tela y material de sastrería, que han sido plegadas y enviadas por correo postal. Lo que parece el envío de un sobre normal de cartón donde cabría una camiseta, oculta y despliega al abrirlo obras monumentales de carga política y social que el artista hizo circular en plena dictadura militar chilena en los años ochenta. En estas obras, el Premio Nacional de Artes Plásticas de su país (2005) crea un juego visual entre texto e imágenes en un claro guiño al poeta Nicanor Parra. Educado en Chile, Berlín y París, las pinturas aeropostales de Dittborn, en palabras de su comisario, están ejecutadas en una estrategia pragmática, tomando en cuenta la condición geográfica de Chile, sorteando aduanas y la censura del régimen militar, que en su momento debían obligatoriamente salir del país autorizadas y selladas por el Museo Nacional de Bellas Artes. Son el testimonio plástico de una època histórica donde el artista se arriesgó a ser detenido y lo que eso conllevaba y que incluía tortura, exilio, asesinato o desaparición forzada.

Esta propuesta de Eugenio Dittborn toma un especial simbolismo en Es Baluard y el territorio español, donde su obra es poco conocida y en una época donde los museos de arte contemporáneo nacionales han normalizado el desprecio por la pintura. Es relevante el hecho de que esta muestra ha sido comisariada por otro artista, el creador también chileno Patrick Hamilton, residente en Madrid desde hace doce años. Gracias a Hamilton y Felipe Cooper, el asistente personal de Dittborn, actualmente de 82 años, esta exposición llega a España. Recupera una histórica relación de artistas comisariando exposiciones de otros artistas, práctica casi desaparecida debido a la omnipresencia de comisarios en las instituciones museales. En el pasado los artistas no solamente comisariaban las exposiciones, sino además dirigían los museos y salvaguardaban las colecciones. Este gesto trae inevitablemente del pasado la figura de Nemesio Antúnez, el segundo artista más reconocido de país latinoamericano después del surrealista Roberto Matta, según el MoMA de Nueva York. Antúnez se convirtió en una voz rectora de las artes y la pintura en su país, emblemático por haber protegido el museo y la colección el día en que militares sobre tanquetas abrieron fuego contra el Museo Nacional de Bellas Artes, estando él mismo dentro. Antúnez se las arregló para sacar contra reloj y de forma clandestina un importante número de obras y artistas del país antes de que cayeran en las manos y atrocidades perpetradas por el golpe de Estado y sus sicarios. En un contexto histórico escalofriante, Dittborn hace recordar con su obra a otros tantos de su generación que como él, desafiaron al dictador y su violencia.

Hay un rasgo que se observa en general en los artistas chilenos: su extraordinaria capacidad de resiliencia y reinvención sin olvidar el pasado, una capacidad en que logran diferenciar con facilidad lo superfluo de lo importante. Probablemente, características devenidas de una historia de supervivencia en el lugar más austral del mundo, una situación de insularidad territorial (rodeados por desierto, montaña, mar y hielo), explicado por Hamilton, el constante ensañamiento del rugido de la naturaleza y, por supuesto, el trauma de una dictadura cuya herida continúa presente como venas abiertas después de medio siglo. Con amplia diferencia, la propuesta más destacada de esta nueva programación de Es Baluard y un buen antecedente que abre el debut de su nuevo director. 

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