En días plomizos, alegrías

Hay días de esos que se levantan plomizos, en los que no apetece hacer nada, encima, lunes, un lunes en que, después de dos tardes en los que me he puesto al día en cuestión de series, lo que menos me apetece es trabajar. 

Esta dejadez se expresaba hace años, cuando mi trabajo consistía en sentarme en una oficina y hacer números para una empresa que se suponía grande. Cuatro años después de que me marchara, este negocio con más de 1500 empleados cerró. Se ve que no era tan grande.

Ahora la cosa es distinta, levantarse sin que suene el despertador, no tiene precio, madrugar con la ilusión de un niño el primer día que te llevan de excursión, no esta pagado. Puede que las noticias del día vengan torcidas, que los comentarios de ciertos políticos me molesten o que las cifras de enfermos por Covid suban en la isla, pero todo eso se olvida una vez que llego a la tranquilidad del hogar, dejo los zapatos en la entrada y me calzo las zapatillas mullidas que con colores que no guardan ninguna combinación con el chandal que las acompañan, me siento media hora en el sillón para tan solo, mirar por la ventana y pensar en lo que deja el día.

Hoy estoy contento, mi madre ha sido vacunada. Este hecho para mi yo del pasado que se levantaba molesto un lunes cualquiera, no seria un dato importante, pero en estos tiempos, la frase “Ya me han puesto la vacuna” se torna la más importante del mundo. Ella vive en la comunidad de Madrid, un lugar que parece, según sus políticos,  la España pre guerra civilista, amenazas por carta de enfermos mentales e insultos entre candidatos.  Dice mi madre que  “Aquí hace un cielo azul con nubes blancas y esponjosas”  y es que todo se ve mejor con una vacuna puesta.

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