En el calendario litúrgico cristiano, la Cuaresma representa un tiempo sagrado de preparación para la celebración de la Pascua, marcado por 40 días de reflexión, ayuno y caridad. Este período, que comienza con el Miércoles de Ceniza y concluye en la víspera del Domingo de Ramos, invita a los fieles a seguir el ejemplo de Cristo mientras se enfrenta a las tentaciones en el desierto y se prepara para su pasión, muerte y resurrección.
Durante la Cuaresma, los creyentes son llamados a profundizar su relación con Dios a través de la oración, el ayuno y la limosna. Se abstienen de comer carne roja los viernes y se comprometen a renunciar a ciertos placeres y comodidades como un acto de sacrificio y penitencia. Además, se alienta a los fieles a dedicar tiempo a la lectura de las Sagradas Escrituras y a renovar su compromiso bautismal.
El origen de la Cuaresma se remonta a los primeros siglos del cristianismo, cuando los primeros seguidores adoptaron la práctica del ayuno y la penitencia como una preparación para la celebración de la Pascua. A lo largo de los siglos, la duración y las prácticas asociadas con la Cuaresma han variado, pero el propósito fundamental de este tiempo de preparación espiritual ha perdurado.
Una característica única de la Cuaresma es su fecha móvil en el calendario litúrgico. A diferencia de otras festividades cristianas que se celebran en fechas fijas, la fecha de inicio de la Cuaresma está determinada por la fecha de la Pascua, que a su vez se calcula en función de la Luna y el equinoccio de primavera.
Este año, la Cuaresma comenzó ayer 14 de febrero, con el Miércoles de Ceniza, y concluirá el sábado 30 de marzo, en preparación para la celebración del Domingo de Ramos al día siguiente. Durante este tiempo, los fieles tienen la oportunidad de renovar su fe, fortalecer su relación con Dios y prepararse espiritualmente para celebrar la resurrección de Cristo en la Pascua.