Mientras el turismo masivo se arremolina en las rotondas de la autopista, hay una Mallorca que no hace ruido. Una Mallorca que se extiende a paso lento, bajo la sombra de olivos centenarios y senderos de piedra seca, entre el mar en calma y los picos silentes de la Serra de Tramuntana. A esa Mallorca se llega sin GPS, y no aparece en los rankings de las cosas “imprescindibles que hacer en 48 horas”. Está en lugares como Son Bunyola Hotel & Villas, donde el tiempo se mide por la luz, y no por las prisas.

En un contexto donde la sobreexposición turística amenaza con homogeneizar la experiencia de viajar, el Day Pass de Son Bunyola Hotel & Villas propone una alternativa para quienes viven en Mallorca o la visitan desde una mirada menos convencional. Este pase diario, dirigido exclusivamente a residentes y a huéspedes de otros alojamientos, no pretende venderte una postal; busca ofrecerte una pausa. Una forma de convivir con el paisaje, más que consumirlo.
El pase permite disfrutar desde las 10:00 hasta las 19:00 horas de todo lo que hace de este hotel algo más que un simple alojamiento. La jornada incluye una cama balinesa privada, acceso a su ya célebre piscina infinity con jacuzzi, una hora de tenis con vistas al mar y acceso a una pequeña cala privada que, para muchos, es lo más parecido a un refugio.
La experiencia: lujo sin atajos ni etiquetas
Olvídate de lo “instagrameable”. Aquí, el lujo tiene otro ritmo. No hay colas, no hay carteles, no hay DJs pinchando al mediodía. Lo que hay es espacio, sombra, silencio, y una cierta reverencia por el lugar. Son Bunyola no busca impresionar, sino acoger sin estridencias.


El restaurante Sa Terrassa, con una carta a cargo de la chef Brenda Lisiotti, trabaja con ingredientes locales y recetas que saben a tierra y a mar, pero sin caer en la nostalgia folclórica. Se puede comer en la terraza, junto a la piscina, o bajo la pérgola que enmarca la sierra como un cuadro vivo. Para los que opten por el recorrido gastronómico más arraigado, Sa Tafona propone un viaje por el Mediterráneo a través de recetas ancestrales, en el marco de una antigua almazara restaurada.
Un lugar, no un producto
Uno de los grandes aciertos de Son Bunyola es haber resistido la tentación de convertirse en un decorado de lujo. Su origen como possessió del siglo XIII está presente no solo en la arquitectura, sino en el relato que el lugar ofrece. Esta finca, de más de 330 hectáreas, fue en su día una de las propiedades agrícolas más importantes de la Tramuntana. Y esa memoria no se oculta: se integra. Desde los caminos que atraviesan viñedos y bancales, hasta los detalles conservados en cada rincón del hotel.
La propiedad, que forma parte de la exclusiva colección Virgin Limited Edition del empresario Richard Branson, abrió sus puertas como hotel en 2023 con un objetivo claro: no ser solo un alojamiento de lujo, sino un custodio del territorio. Una idea que hoy cobra sentido cuando se propone como plan de día para quienes ya viven o veranean en la isla.

Mallorca al margen del mapa
El Day Pass de Son Bunyola ofrece algo poco habitual en la industria del lujo: acceso con condiciones éticas. No se trata de una fiesta privada, ni de una promesa de exclusividad para unos pocos. Se trata de compartir un lugar con cuidado, con quienes saben que el verdadero privilegio no es el precio, sino la forma de mirar.
Y es que, más allá de las instalaciones, lo que uno se lleva al final del día es un cierto regreso a lo esencial: una conversación sin móviles, un baño sin ruido, un paseo sin destino por caminos que llevan siglos aquí.