Cuando llegan los niños a tu vida, todo cambia. Tus prioridades se mueven, se reconfiguran. Empiezas a buscar no solo planes, sino espacios en los que vivir momentos mágicos en familia. En Es Jardí, con su mezcla de conciertos al aire libre, y un entorno agradable, ofrece justo eso: experiencias memorables para grandes y pequeños.
Desde el primer momento, el ambiente en el Escenario Sa Clariana ya prometía algo especial. Mientras el sol caía lentamente sobre el festival, la DJ mallorquina Tere G daba la bienvenida a los asistentes con una de sus sesiones vibrantes, llenas de energía y sabor local. Una invitación a soltarse, a desconectar, a prepararse para lo que vendría después.








Bomba Estéreo: una banda que es Caribe, tierra, fuego y alma
Li Saumet apareció en escena como una flor carnívora: cubierta de pétalos, radiante y poderosa. Abrió el show con “Llegó el verano (Sagitario)”, un tema de su último trabajo Astropical, en colaboración con los venezolanos Rawayana. Desde ese primer acorde, quedó claro que la noche no sería solo un concierto, sino una ceremonia de ritmo, alegría y conexión.
Con más de 20 años de carrera, Bomba Estéreo ha creado himnos que traspasan fronteras y generaciones. Son ese tipo de banda que puedes bailar con tus hijos, tus padres o tus amigos. En Es Jardí, su esencia caribeña impregnó cada rincón: desde “Pájaros” hasta “Me duele”, esa joya compartida con Manu Chao.
Y en un gesto que define lo que este grupo representa, Li Saumet invitó al escenario a todos los niños del público. No fue un detalle simbólico. Fue una declaración: en la fiesta también caben los pequeños, el juego, la ternura. Verlos bailar junto a la banda fue uno de los momentos más emotivos de la noche.










Himnos, fuego y una despedida entre la gente
El repertorio fue un viaje por sus grandes éxitos. Desde el mítico “To my love” (de su disco Amanecer) hasta la catártica “Fiesta”, pasando por “Algo está cambiando”, “Somos dos” y la imparable “Soy yo”, el público mallorquín bailó, cantó y se dejó llevar.
Uno de los momentos más especiales fue su versión de “La llorona”, que Bomba Estéreo transformó en un rito tribal electrónico. Luego llegó la champeta, ese ritmo colombiano que no muchos conocen pero todos entienden cuando lo escuchan con el cuerpo. “Champeta romántica” sirvió para que, una vez más, los niños volvieran al escenario. Porque esta banda sabe que la alegría compartida es el mayor legado.
Y cuando parecía que no podía haber más, llegó “Fuego”, ese primer gran éxito que los catapultó en 2010 y que aún hoy suena como una llamada a la vida. Una canción que convirtió Es Jardí en un solo latido, un solo cuerpo en movimiento.
Un final íntimo, inolvidable
El concierto terminó, pero la energía no se apagó (como la música en su última canción). Con “Ojitos Lindos”, su exitosa colaboración con Bad Bunny, y la nostalgia envolvente de “El alma y el cuerpo” (de Elegancia tropical), Bomba Estéreo cerró su actuación. Pero lo hizo como solo los grandes saben hacerlo: bajando del escenario, tocando entre el público, mirando a los ojos, bailando con los pies descalzos sobre el mismo suelo que los asistentes.
No fue solo música. Fue comunidad. Fue arte. Fue familia.