El vóley playa hizo su debut oficial en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, después de haber aparecido como deporte de demostración en Barcelona 1992. Desde entonces, ha captado la atención de millones de espectadores en todo el mundo, no solo por la habilidad y los saltos de los jugadores, sino también por la polémica en torno a los uniformes femeninos.
Uniformes polémicos y cambios necesarios
Históricamente, las jugadoras de vóley playa debían usar bikinis ajustados, con reglas estrictas dictadas por el Comité Olímpico Internacional que especificaban que las prendas no podían medir más de 7 cm en los laterales. Esta normativa, vista por muchos como sexista, estuvo vigente hasta los Juegos Olímpicos de Londres 2012. En esos juegos, la Federación Internacional de Voleibol actualizó las reglas del uniforme, permitiendo a las jugadoras elegir atuendos más acordes con sus creencias religiosas o culturales.
Protestas y Reacciones: Un Cambio Impulsado por la Igualdad
Ese mismo año, la Liga Internacional de los Derechos de la Mujer organizó una protesta en Londres contra la discriminación de género en el deporte. Annie Sugier, portavoz de la organización, declaró a Forbes: «Están usando los cuerpos de las mujeres como objetos sexuales. Todo se trata de dinero. Es un claro caso de sexismo».
Las atletas femeninas, aunque reconocieron que la atención inicial podría estar en su vestimenta, defendieron la integridad de su deporte. April Ross, jugadora de voleibol de playa de EE. UU., dijo: «Una vez que ven la habilidad atlética de nuestro deporte, quedan enganchados». Natalie Cook, de Australia, aceptó la atención mediática, afirmando que es el «único deporte donde las mujeres dominan».
Preferencias Personales y Realidades Prácticas
Aunque algunos críticos vieron los bikinis como una herramienta de objetivación, muchas jugadoras prefieren esta prenda por razones prácticas. Jennifer Kessy, jugadora retirada, explicó al Today que el bikini ayuda a evitar que la arena se acumule en su uniforme, lo que podría restringir sus movimientos. «Imagínate tirarte de pecho y acumular más arena de la que puedes imaginar en la parte delantera de tu traje. No puedes mantenerla ahí y no es fácil sacarla. Me encontraba ajustando mi traje de una pieza todo el tiempo, lo que me distraía del partido».
Una Nueva Era de Inclusión
Hoy en día, las jugadoras de voleibol de playa pueden competir con leggins o pantalones cortos. Marie-Sara Stochlova, de la República Checa, ha aprovechado estos cambios recientemente. Durante un partido contra Japón, las jugadoras francesas Alexia Richard y Lezana Placette usaron pantalones cortos y camisetas bajo sus tops de bikini. Atletas egipcias como Marwa Abdelhady y Doaa Elghobashy compitieron totalmente cubiertas, con trajes negros y hijabs, desafiando la prohibición del hijab impuesta por Francia a sus propias atletas.
Resistencia y Controversia
A pesar de estos avances, aún hay resistencia por parte de algunos espectadores, quienes han sido calificados como sexistas por criticar la ausencia de bikinis. Comentarios en redes sociales reflejaron este descontento: «He tenido que ver a hombres vestidos como mujeres en la ceremonia de apertura y ahora a mujeres con leggins en el voleibol de playa. Los peores Juegos Olímpicos de la historia», comentó un usuario.
Casos de Disparidad en Otros Deportes de Playa
La disparidad en las normas de vestimenta no se limita al vóley playa. En 2021, el equipo femenino de balonmano de playa de Noruega fue multado por negarse a jugar con bikini en el torneo europeo, optando por shorts en su lugar. La Federación Europea de Balonmano justificó la multa de aproximadamente 1,500 euros por no cumplir con las «Regulaciones de Uniforme de Atletas» definidas en las reglas del juego.
Un Futuro Más Igualitario
El debate sobre los uniformes en el deporte de playa refleja una lucha más amplia por la igualdad de género y el respeto por las diferencias culturales. Con los recientes cambios en las reglas y una mayor concienciación, se espera que el deporte siga evolucionando hacia una mayor inclusión y equidad. La conversación continúa, y con ella, la esperanza de un campo de juego más justo para todos.