¿Cómo empezó su relación con la música?
Mi relación con la música nació en medio de la nada (risas), en un pueblo de Extremadura llamado Santa Marta, que está cerca de Mérida y Zafra. Allí escuchaba mucha música electrónica, sobre todo la inglesa de los noventa. También punk y todo lo británico.
A los 20 años, me ofrecieron trabajar en un banco. Tan solo duré un mes. Renuncié y me marché a Londres, con una maleta y un billete de ida. Quería saber por qué desde esa isla surgían tantos estilos diferentes de buena música.
Al llegar, conseguí enseguida trabajo en un restaurante. En mis ratos libres, iba a la tienda de Virgin en Picadilly Circus a comprarme música. Un día, uno de los empleados me preguntó si me gustaría trabajar allí con ellos. No me lo pensé y acepté, si bien les avisé que apenas sabía inglés. En total, estuve un año y medio.

Allí empezó todo…
Sin duda. Recuerdo ir sola a mis primeros eventos porque apenas conocía a nadie. Curiosamente, uno de ellos fue el de un sello en el que al final acabé trabajando: Border Community. Fue en la época en la que James Holden sacó su segundo álbum.
Como me encanta hablar y leer, tuve que aprender inglés muy rápido (risas). Tras dejar Virgin, me puse a trabajar para el sello Rough Trade. Allí, me surgió la posibilidad de hacer unas prácticas que me permitieron ir a una agencia de prensa que llevaba a artistas como Clark (Warp) o The Prodigy. Al final, estaba aprendiendo inglés redactando notas de prensa (risas).
En aquellos momentos, todos mis amigos y amigas eran del mundo de la música. Me fascinaba la pasión que tenían por su trabajo. Pero luego, vi la ‘cara B’. Comprobé que había muchos problemas que generaban trastornos. También me di cuenta de que eran frecuentes los bloqueos creativos y el miedo a la crítica. Luego, algunos tenían tinnitus y a la vez trastornos de ansiedad. Yo, que era todavía muy joven, les decía que se fueran a algún especialista sin saber que no los había.
Al principio, no me podía creer que en Inglaterra no hubiera algún profesional capaz de tratarles. Pero así era. Entonces, sentí como una llamada que me hizo empezar a estudiar psicología. Y es que tenía una misión: la de ayudar a todos aquellos que sufrían como mis amigos.
Entonces, ¿alternó sus estudios con el trabajo?
Pues sí, ya que estudié a distancia para seguir especializándome al mismo tiempo que me formaba.
Desde el primer momento tuve muy claro que para ayudar a alguien se necesita una base científica. Cuando iba de ‘tour manager’, estudiaba en los aviones, o entre actuación y actuación. Mi horario de estudio empezaba a las cinco de la mañana. Tenía tres horas para aprovechar antes de irme a trabajar.
Fueron años de mucho sacrificio, en los que mi vida se limitó al trabajo y a los estudios. En total, fueron siete años invertidos, entre la licenciatura y dos Máster.
Por lo que veo, fue un largo camino…
Largo e intenso. Al dejar Londres me vine directamente a España. Un día, fui a ver a Jeff Mills, que pinchaba en Estepona. Allí conocí a Javi Unión, que era el promotor que realizaba aquellas primeras fiestas con techno en Andalucía. Al día siguiente, comimos juntos y me ofreció un trabajo en Sevilla. Tras unos meses, tuve una entrevista con el dueño de B4 Bookings al mismo tiempo que fui a trabajar por primera vez al Primavera Sound. Aquello fue un cambio importante, ya que era la agencia más grande de España. En un momento dado, llegué a tener más de 20 artistas a mi cargo. Una auténtica locura que, además, coincidió con mis cursos avanzados de psicología. Mi capacidad para automotivarme y buscar refuerzos positivos resultó clave para completar esa etapa tan importante.
Poco antes de acabar la carrera, conocí a Guillermo Dalia. Él por entonces ya llevaba 25 años dedicados a la psicología para músicos, en su caso de música clásica. Es mi ‘Maestro Joda’ (risas). Me ha ayudado mucho puesto que, más allá de los estilos musicales, los trastornos son los mismos.
Además, mientras trabajaba en B4 Bookings, fui voluntaria en Energy Control, tanto en Barcelona como en Madrid.
Más tarde, cuando tuve que empezar a hacer las prácticas, dejé la agencia, no sin antes formar a la que sería mi sucesora en el cargo. Las hice en un centro de recuperación de adicciones que seguía el programa de 12Pasos en Madrid (Fundación Recal). Me encantó esa experiencia, ya que se trataba mucho la terapia de grupo y, uno de los principales problemas en el mundo de la música, es el aislamiento. También la competitividad, sobre todo si tienes problemas. Allí aprendí en la importancia que tiene la fuerza del grupo.
Su especialidad está en la psicología clínica y en la humanista. ¿En qué consiste cada vertiente?
La parte clínica se centra más en el tratamiento de los síntomas y estructura, siempre aplicando las técnicas que estén probadas científicamente que funcionan. Esta parte permite que los pacientes se pongan objetivos para poder tener una vida adaptativa.
La humanista, por su parte, PRH (Personalidad y Relaciones Humanas), trata de ayudar a las personas a conocerse y a crecer dándoles herramientas para ello.
Para mí, la combinación de ambas para utilizar según los objetivos de los pacientes, es lo más beneficioso y lo que tiene más coherencia con mis valores y lo que llevo aprendido.

¿Cómo se identifican los síntomas cuando una persona no sabe describirlos o expresarlos?
Hay pacientes que, cuando vienen, no saben lo que les pasa. Eso sí, reconocen que no están igual que antes. A veces, un diagnóstico puede ayudar a darle a la persona un sentido para que todo encaje.
En la industria musical, hay personas neurodivergentes que tienen más retos a la hora de desarrollar su trabajo en un ámbito tan exigente como la industria musical. Nuestro deber es no sólo conocer cuáles son sus necesidades sino crear un entorno donde la diversidad sea bienvenida.
Cuando un profesional les dice lo que tienen, ellos encuentran las respuestas a muchas preguntas. Sin duda, el diagnóstico les ayuda en muchos casos y, sobre todo, les da una esperanza o herramientas para vivir mejor.
¿Hay tratamientos para todo tipo de trastornos?
Sí, pero no siempre es el mejor momento para empezar un tratamiento. Por ejemplo, en el de las adicciones, es contraproducente intervenir cuando el paciente está en ciertas fases.
Es muy importante la predisposición del paciente. Si viene por voluntad propia, y no por presiones externas, es más fácil que mejore.
¿Se interesan los sellos en la salud mental de sus artistas?
Esta es una muy buena pregunta. En ocasiones, los sellos nos piden qué pueden hacer para ayudar a sus artistas. Incluso, quieren pagarles sesiones. Eso está muy bien, pero hay que tener cuidado, ya que pueden ser rechazados. Es importante que, cuando la persona quiera ir a terapia, sea por iniciativa propia.
La psicología en el mundo de la música se parece mucho a la deportiva. Curiosamente, los músicos de clásica se lesionan más que los deportistas de élite debido a la repetición de sus ejercicios. Por eso se les conoce como ‘atletas de músculo pequeño’.
¿Está dejando ser un tabú la salud mental en la industria musical?
Se está avanzando mucho. Cada vez se habla más abiertamente de la psicología y los pacientes llegan antes a consulta. A pesar de las dificultades que aún siguen existiendo como que es la industria del entretenimiento y hay mucha competitividad.
Uno de los motivos que me impulsaron a estudiar psicología fue que no entendía como artistas que habían luchado durante años por triunfar, luego, cuando llegaban a lo más alto, no lo disfrutaban.
Además, muchos de ellos se sienten privilegiados y sin derecho a quejarse, por ganarse la vida con ello. Es la soledad del artista. Por eso, nuestra labor es fundamental.
Países como Estados Unidos, Reino Unido y Australia están muchos más avanzados que nosotros. Por ejemplo, en uno de los documentales de Metallica se muestra el trabajo que hizo un psicólogo con ellos durante un tiempo.
¿Cómo lleva a cabo su trabajo?
Mi pilar es la consulta. Trabajo online, lo que me permite tener clientes repartidos por todo el mundo. Realizo terapias individuales, pero también grupales a bandas. Lo importante es crear un vínculo y mantener un trato humano.
Con los grupos, a veces se trabajan los eventos traumáticos que sucedieron al principio de su carrera y otros objetivos a presente o a futuro. Y es que, al inicio, es más difícil poner límites. También son frecuentes los problemas con managers o entre los mismos miembros de la banda y se entrenan técnicas de comunicación.
También imparto talleres. El más reciente ha sido con Spotify para artistas de los países nórdicos. En ellos llevo un formato de terapia de grupo donde les proporciono técnicas para afrontar los problemas principales que van desde la ansiedad hasta la depresión, pasando bloqueos creativos o el conocido como ‘el síndrome del impostor’. Otros tipos de trastornos más permanentes se trabajan en terapias individuales.
Me gusta dejar una semana entre las sesiones para poner deberes y que vean cómo les funcionan las técnicas que les he proporcionado.

¿Considera que este tipo de psicología creará escuela?
Yo creo que sí. De hecho, el año pasado organizamos el primer Congreso Internacional de Psicología de la Música y de las Artes Escénicas. Tuvo lugar en Madrid. Muchos de los participantes procedían de la música clásica y también había una numerosa representación del mundo del teatro y de la danza. Contamos incluso con ponentes de la psicología del deporte que, como he comentado antes, es similar a la musical.
Yo participé en una mesa cuyos compañeros tuve el honor de elegir. Entre ellos, estaban Guillermo Dalia y Chayim Newman, un psicólogo de Canadá al que también admiro mucho.
¿Cuál es el perfil de sus pacientes?
De lo más variado, como los tipos de problemas. Hay pacientes de todas las edades y de todos los estilos musicales El mundo de la música es como una olla exprés capaz de acelerar los síntomas de trastornos latentes que quizás no se habrían desarrollado en otras profesiones.
Por otro lado, solo espero que cada vez sean menos los pacientes que llegan con un diagnóstico encadenado con otro tras muchos años de sufrimiento.
Por cierto, cuando una psicóloga está mal…, ¿a quién recurre?
En mi caso, yo nunca he dejado de ir a terapia. Cuando empecé, iba para solucionar mis problemas. Ahora, ya como psicóloga, me sirve para estar siempre a punto con cualquier tener sesiones de supervisión para que la ayuda sea de la mayor calidad posible.
Creo que es fundamental para estar centrada en sus problemas y poder gestionarlos. Además, me ayuda para aprender más de mí y seguir evolucionando.
¿Opina que todo el mundo debería de ir al psicólogo?
Considero que, al menos en algún momento, todo el mundo debería de ir al psicólogo. Aunque sea solo un breve periodo de tiempo. Al final, vivimos por inercia, dando mucha importancia a los factores externos como el tener éxito sin saber lo que nos pasa por dentro cuando tenemos que afrontar algún reto.
Si no vas a terapia, estás condenado a repetir patrones heredados o dinámicas que sean dañinas en tus relaciones. Y es que cuando queremos mejorar el entorno, hay que empezar por uno mismo.
¿En qué consiste el proyecto M.I.Therapy?
Se trata de un proyecto que creé cuando acabé la carrera. Tiene el objetivo de dar cabida a profesionales de todo el mundo para exponer sus ideas a través de charlas, talleres o cursos. En definitiva, es una organización para la difusión de la labor de la psicología en la industria musical. Está centrada en salud mental con investigación, tratamiento y prevención de riesgos con intervención temprana en el sector cultural.
Por último, ¿Qué le ha parecido la Fira B!?
Pues la verdad es que me ha encantado. Se nota mucho que es una feria para gente del sector. Está muy bien organizada y cuenta con gente de muchos paises diferentes.
En mi primer panel, hablé sobre la salud mental después de la pandemia, y, en el segundo, de la diversidad en la industria de la música con las organizaciones dedicadas a fomentar la presencia femenina como M.I.M. y SheSaidSo. Fui como parte del proyecto Keychange, que selecciona artistas y creadoras de Europa y Canadá para su red de festivales.