Lars Hartmann (Copenhagen, 1972) nació disléxico. Desde entonces, se ha enfrentado a un mundo de confrontación y exclusión social, como él mismo afirma. En su obra artística, por estos días expuesta en el centro de la ciudad de Palma, encontramos preguntas respecto a la importancia de la creatividad, al permitirse cometer errores, fundamentales en los procesos de aprendizaje. Hartmann indaga en una obra personal que Implica al juego como desarrollador de la curiosidad y la experimentación, promotor de la intimidad y la creatividad, elementales para el propio entendimiento y sustancial para la propia forma de pensar, cuyo resultado es sobresaliente.
La dislexia es un trastorno específico del aprendizaje que afecta principalmente la capacidad de leer, escribir y deletrear, aunque no está relacionada con la inteligencia. Se considera de origen neurobiológico y se manifiesta en dificultades para procesar el lenguaje, especialmente la relación entre sonidos y letras (fonemas y grafemas). Las causas exactas no se conocen completamente, pero se cree que factores genéticos y neurológicos juegan un papel importante. Se considera un trastorno del neurodesarrollo, lo que significa que está relacionada con diferencias en cómo se desarrolla y funciona el cerebro. Si bien no se ha identificado una causa única, se cree que la dislexia tiene un componente genético importante, con antecedentes familiares a menudo presentes. Además, existen diferencias en cómo se activan las áreas del cerebro relacionadas con el lenguaje en personas con dislexia en comparación con aquellas sin dislexia, especialmente durante la lectura.

Muchas de las obras de Lars Hartmann presentan papeles rígidos en distintos formatos repletos de párrafos. Pero las letras en esos párrafos, en esos papeles, son suplantadas por clavos dispuestos uno al lado del otro para crear una narrativa visual que nos hace comprender inmediata y metafóricamente la dificultad real de una persona disléxica por leer y comprender textos. Algunas obras de gran formato transparentan un trabajo gigantesco y metódico, donde el artista parece entrar en trance en su propia comprensión del lenguaje. En otras obras los textos imaginarios hechos con clavos siguen una ruta propia, alejándose del espectador dificultando una eventual comprensión.
En otras obras, los papeles muestran párrafos que se van diluyendo a medida que el observador baja la vista hasta finalmente ser destruidos como quien rompe un papel, cabreado por una tarea de redacción imposible de finalizar. En muchas de sus obras el blanco sobre blanco es completo. En otras aparece el color con cientos de cabezas de clavos pintados en distintas paletas cromáticas, que generan juegos visuales en la construcción de los párrafos de Hartmann.

Los papeles rígidos que encontramos en la obra de Hartmann, vienen de la acumulación de grandes carteles de anuncios publicitarios colocados en los muros de las calles, pegados uno sobre otro con el paso del tiempo, que Hartmann arranca de esos muros para posteriormente tratarlos con una mezcla de acrílico y engrudo. De ahí los bordes irregulares de estos pliegos de papel por capas, que agrupan párrafos de clavos dispuestos con severa precisión. El uso de estos pósters callejeros como materia prima no es fortuito. Viene de la relación del propio artista con el mundo de la publicidad, donde se ha desarrollado durante años como director de arte. Rescata el propio oficio de la cartelería tan afín a él para darle una nueva vida como soporte para su propia obra artística.
En las obras de Hartmann el marco es parte de la obra misma y esencial para entender sus mensajes. Hechos en metal, muchos en cobre, estaño o hierro, son hechos especialmente para cada pieza con finas terminaciones de perfecta manufactura. De esta manera, estos papeles de márgenes irregulares, algunos rasgados o dañados intencionalmente, parecen flotar en los marcos, entregándoles una dimensión poética entre lo rígido y perfecto que protege el exterior de lo irregular y libre que presenta su interior. El artista indaga aquí en la limitación y la libertad de las estructuras de manera concreta pero también espontánea.
El uso de hilo rojo es otro elemento presente e importante dentro de la obra del artista. Él lo entiende como el “enemigo perfecto”. Hace referencia a traumas infantiles relacionados con la revisión de sus textos y escritos por parte de sus maestros de escuela. A través del hilo y su interacción con los clavos, crea textos enteros subrayados en rojo, tachaduras de errores gramaticales, anotaciones de errores de sintaxis, también otros muchos papeles rotos zurcidos con el mismo hilo, en un anhelo por rescatar el trabajo erróneo realizado. Es una obra tremendamente conmovedora, que da cuenta del enorme sufrimiento que han de padecer, muchas veces ignorado por los convencionalismos de la educación tradicional.

Otra obra de este creador hace alusión a las imágenes de las funciones cerebrales de las personas disléxicas. A partir de fotos cerebrales de él mismo indicadas con distintos colores sus zonas, el artista crea lienzos imitando esas mismas emancipaciones de color a través de la mancha en lienzos de gran formato, en una honestidad brutal.
“Todos somos buenos en algo, solo tenemos que encontrar en qué” es una frase de Lars Hartmann. Según su crítica, el “hacer” no parece estar incorporado en las instituciones tradicionales de enseñanza. Es así como a través de su trabajo, encontramos varias vías para sobrepasar la adversidad y realizar obras con evidente potencial, cayendo constantemente en errores y fallos, explorando alternativas para aprender y explorar su propia creatividad.
La exhibición está acompañada por el libro ‘Lars Hartmann: Dyslexic Thinking’, editado en el año 2024 por el propio artista en Copenhagen. Se trata de un exquisito libro de colección de tapa dura forrada en lino, de 246 páginas, que reúne el particular universo creativo de Hartmann, junto a otras cuestiones que abarcan temas como el actual sistema educativo, la imaginación o los procesos cognitivos. La obra cuenta con la introducción de Marina Mahler, directora de la Fundación Mahler.
La obra de Lars Hartmann, que presenta por primera vez en Mallorca gracias al espacio In The Gallery es impresionante no sólo por su prolijidad técnica a pequeña y gran escala, sino sobre todo, por su honestidad brutal mirando a la cara a un problema íntimo y personal que logra transmitir con coherencia, diversidad y generosidad. El trabajo de Hartmann es tremendamente valiente y nos hace salir de nuestras burbujas para ponernos en el lugar del otro, darnos una buena bofetada y hacernos más tolerantes, comprensivos. De visita obligatoria.



