El Centro de Arte Santa Mónica en la ciudad de Barcelona, ofrece hasta el próximo 14 de septiembre una exposición colectiva especial que es imposible perderse. El centro artístico, ubicado al final de La Rambla, a pasos del monumento dedicado a Cristóbal Colón, presenta ‘CITISSIMUM, ALTISSIMUM, FORTISIMUM’, una propuesta comisariada conjuntamente por Cabosanroque, compuesta por los artistas Laia Torrents y Roger Aixut, y Enric Puig Punyet.
La exposición va sobre el deporte, donde dieciséis artistas y una galería de arte proponen una reflexión crítica sobre ciertos aspectos del mundo deportivo. Lo interesante de esto es que junto al aspecto exhibitivo, el montaje también contempla una experiencia inmersiva por parte del público, de una manera muy lúdica, que cumple a cabalidad su propósito.

Al entrar al Santa Mónica, uno se encuentra a bocajarro una pista de fútbol y baloncesto a la vez, una instalación fosforita imposible planteada para que el espectador no pueda ganar, meter un gol o una cesta. Rodeada completamente por redes de cuerda, me encuentro con dos chicos descalzos pateando balones contra los mini arcos. Mientras hablo con la recepcionista, un balón de fútbol disparado choca contra la pared de la recepción. Le había pegado una patada más fuerte. Ya la cosa prometía.
Pasado el primer impacto, la exposición muestra un interesante recorrido de obras que oscilan desde la contestación social a través de la ironía o el tema de la diversidad de género hasta deportistas tramposos que han conseguido medallas en diversas maratones alrededor del mundo gracias a toda suerte de artimañas. Incluye fotografía, instalación, videoarte, sonoro y escultura, todo muy bien dispuesto a lo largo de la visita de manera muy elegante, que la hace muy acogedora, que invita a continuar.
Los creadores que componen este proyecto son Cabosanroque, Curro Claret, Ca l’Enredus – Actuavallès, François Delaunay y Julià Carboneras, FRAU recerques visuals, Irena Visa y Pau Masaló, Joachim Schmid, Joan Fontcuberta y Arnau Rovira, La Juan Gallery, Mateo Maté, Miet Warlop, Passión/Aquassión, Paula Artés y Realmente Bravo.

En la tercera planta, el visitante entra a una gran sala totalmente a oscuras, donde se disponen tres colchonetas enormes que invitan a recostarse y mirar al techo, observar en una gran pantalla del tamaño de toda la sala, una escena surreal de músicos tocando al mismo tiempo que hacen ejercicio en máquinas de gimnasio y de entrenamiento, delirante. Imposible no quedarse ahí recostado y volver a ver esa especie de videoclip musical en loop.
El concepto de la exposición parte desde la reflexión por la competición, que nos enfrenta a otros y con un hito, con una marca que nunca llega a satisfacerse, que exige continua autosuperación. A las personas que se dedican a las prácticas deportivas, abrir la ventana a ese asunto los para en seco al entrar en contacto con esta muestra. También propone la idea respecto a nuestra época y la imagen social que proyectamos. Lucir más fuertes, más sanos, más productivos y eficientes, más guapos. Plantea que la medida se ha convertido en un dogma.
El deporte de competición y de masas se ha convertido en un fenómeno social aplaudido, porque expresa sus ideales mediante un conjunto de medidas eficaces, contabilizables bajo la lógica de clasificación y marcas. Representa la cultura de la competitividad convertida en espectáculo. La propuesta aborda parte de su universo que se encuentra infrarrepresentado en el mundo del arte contemporáneo, no así el clásico.

De esta manera, los artistas navegan por los mundos del cuerpo, la medida y el rendimiento, la competitividad, el binarismo y la representación usando la ironía, el absurdo y la deconstrucción en un conjunto de piezas de magnífica ejecución técnica, muy cuidadas. Reflexionan, al final, sobre si acaso estamos inmersos en la lógica de la competitividad total a través de medidas tendenciosas, contribuyendo a convertir al deporte en un espectáculo. Y logran que el espectador se haga preguntas gracias, justamente, al absurdo y la ironía de fácil lectura, que logra conectar con el público, atraer adultos y niños por igual, algo que en estos tiempos es casi un milagro dentro de los espacios expositivos de arte contemporáneo. Una exposición estupenda que vale la pena visitar, en una ubicación privilegiada.



