Este fin de semana, Aitana hizo historia al llenar el Estadi Olímpic Lluís Companys de Montjuïc. Fue su primer gran estadio y la confirmación de que es, sin duda, la mayor popstar del país. Pero entre focos, luces y coreografías milimétricas, hubo alguien más que brilló con fuerza propia: Lucrecia Petraglia, una bailarina que, desde Mallorca y con apenas 24 años, se está abriendo paso en la escena del espectáculo nacional.
El arte de bailar desde la raíz
Nacida en Venezuela pero mallorquina de corazón, Lucrecia comenzó a bailar a los 6 años. Se formó en el conservatorio de Palma, pero pronto supo que para crecer debía ir más allá. A los 13 años dejó la isla y se trasladó a Madrid, buscando un entorno donde su arte pudiera respirar, crecer y, sobre todo, expresarse sin límites.
Hoy, a sus 24 años, su currículum impresiona: ha participado en el prestigioso musical A Chorus Line, dirigido y coreografiado por Antonio Banderas; ha sido parte del talent show de TVE Baila como puedas; y, para los que visitan la isla, es habitual verla deslumbrar en el escenario de Lío Mallorca, un espectáculo que combina música, danza y sofisticación mediterránea.
De Palma al Estadi Olímpic: una historia de esfuerzo
Nada en la trayectoria de Lucrecia ha sido casual. Cada paso, cada casting, cada sí y sobre todo cada no, la han empujado a construir una carrera que se sostiene sobre talento, constancia y una entrega total a su pasión. La danza no ha sido solo un arte para ella, sino una forma de vida.
En una reciente entrevista en un podcast, Lucrecia lo dejó claro: “La danza es un reflejo de mi vida. Cada paso que doy en el escenario es un eco de mis experiencias, mis alegrías y mis tristezas.” Esta declaración resume la esencia de una artista que no se conforma con ejecutar movimientos: quiere contar historias con el cuerpo, emocionar, dejar huella.
La vulnerabilidad como fortaleza
Uno de los aspectos más inspiradores de su camino es su honestidad. No esconde los miedos ni las inseguridades que implica subir a un escenario. “La danza me ha enseñado a ser vulnerable”, confiesa. “Cada vez que subo al escenario, me expongo ante el mundo. Pero también me permite sanar y crecer.”
Este proceso de autodescubrimiento a través del arte es, quizás, lo que convierte a Lucrecia en una bailarina única. En tiempos en los que la técnica suele eclipsar la emoción, ella apuesta por un enfoque más humano, más cercano. Y eso se nota. El público lo siente.
Una voz propia entre los grandes
Lucrecia no es solo una más en el cuerpo de baile de Aitana. Su presencia destaca. Su energía, su precisión y su forma de interpretar cada coreografía convierten cada actuación en una declaración artística. Su participación en el show de Aitana, una producción que marca un antes y un después en el pop español, es la mejor prueba de que su momento ha llegado.
Desde Mallorca, donde sigue colaborando con proyectos locales, hasta los escenarios más imponentes de Barcelona, Lucrecia representa a una nueva generación de bailarinas que no solo ejecutan, sino que crean. Que no solo se mueven al ritmo, sino que dan sentido al movimiento.
Lucrecia Petraglia: mucho más que una bailarina
No hay duda de que su futuro es prometedor. Pero más allá del talento, lo que hace a Lucrecia especial es su manera de entender la danza: no como un fin, sino como un medio para comunicar lo que a veces las palabras no pueden. Su historia es también la historia de muchas artistas jóvenes que, desde la periferia, luchan por un lugar en el escenario.
Con cada paso, Lucrecia demuestra que la pasión, cuando se une con la disciplina, rompe cualquier barrera geográfica o social. Y en un mundo saturado de superficialidad, su autenticidad es un soplo de aire fresco.
