¿Cómo y cuándo empezaste a pinchar?
Crecí rodeado de música ya que mi padre era bajista y mi tío, saxofonista. De hecho, tenían un grupo de punk garage.
Cuando era adolescente, me gustaba mucho el rap metal. Ya sabes, bandas como Red Hot Chili Peppers o Rage Against the Machine. Por aquellos años, jamás me hubiera imaginado que acabaría siendo discjockey (risas).
Antes de meterme de lleno en el mundo de la noche, estuve compitiendo profesionalmente en la élite del ciclismo de montaña. Concretamente, desde 2003 hasta 2014.
Al retirarme, decidí volcarme en aprender a pinchar. Además, empecé a estudiar solfeo y producción. Al principio, me lo tomé como un proyecto. Evidentemente, el cambio del mundo del deporte al artístico no fue fácil.
Comencé a mezclar con una controladora pero enseguida me compré unos reproductores. Luego, por cabezonería, me hice con unos Technics. Disfruto mucho pinchando con vinilos. Mis tres o cuatro horas semanales en mi casa no me las quita nadie.
¿Cómo empezó tu carrera?
Como muchos de nosotros, mis primeros bolos tuvieron lugar en cumpleaños y fiestas privadas. No obstante, considero que mi carrera arrancó en agosto de 2016, cuando por primera me pagaron por poner música. Fue en una terraza de Can Picafort, de la que guardo un gran recuerdo. A partir de ese momento, fue un no parar. Tengo que reconocerte que incluso me sorprendió ya que no me esperaba que la cosa fuera tan rápido. Incluso me creó problemas de ansiedad debido al miedo escénico y a la autoexigencia, ya que todavía no me había curtido como discjockey.
Durante aquellos meses, ir a pinchar se convirtió en una pesadilla. Yo no sabía que me pasaba. En ocasiones, llegué hasta tener fiebre. Estaba tan agobiado que, después de lo mal que lo había pasado pinchando en un after el 1 enero de 2019, me planteé dejarlo.
¿Y cómo has superado esta complicada etapa?
Le conté lo que me sucedía a mi profesor de producción Luis Rozalén, más conocido como HD Substance. Él me puso en contacto con Rosana Corbacho, una psicóloga que se dedica exclusivamente a atender a discjockeys de música electrónica. Ella, junto a mi mujer Carolina con la que llevo 20 años casado, son los dos pilares que sustentan mi carrera.
Tuve un poco de suerte, si se puede decir así, ya que la terapía coincidió con el principio de la pandemia. En total, el proceso se ha prolongó durante más de un año.
Creo que la salud mental es un tema que tiene que ser abordado para que deje de ser un tabú. En el mundo de la noche, nadie habla de ello. Ahora, gracias a su ayuda, he recuperado la confianza. También he aprendido, a base de mucho trabajo, que influyen muchos factores a la hora de pinchar.
¿Con qué estilo te sientes más cómodo?
La verdad es que me siento muy identificado con el techno, en especial con el industrial. Mi gran amigo Ángel Costa, al que admiro, me ha enseñado muchísimo. Y mira que a veces, ha sido muy crítico conmigo (risas).
Otras referencias para mí son HD Substance y Óscar Mulero, del que me fascina su técnica. Para llegar a ese nivel, hay que dedicarle muchos años.
Todos ellos tienen una destreza casi quirúrgica a la hora de mezclar. Sus sesiones son una continua secuencia en movimiento que no para, que se convierte en algo hipnótico. Y no todo el mundo es capaz de hacer eso.
También me gustan otros estilos, como el acid house de Chicago. Eso sí, con poca vocal.
Imagino que siendo seguidor del techno, serás más de noche que de día…
Me gusta mucho más el club, aunque siempre tiene magia eso de empalmar la noche con el día (risas). Me encantan las salas pequeñas, aquellas que son como una olla a presión. Y sin parafernalia y con poca luz. Cuanto más oscuro, mejor. Ese, es el verdadero rollo underground.
¿Cuánto tiempo dedicas a la búsqueda de nueva música?
Pues entre una y dos horas al día. No busco nada en concreto, más bien me dejo llevar sin dejarme influir por sellos o artistas.
Es una pasada cuando se te abre la receptividad y encuentras, como suelo decir, una caja del tesoro. Entonces, es cuando no paras de seleccionar música. Imagino que debe de ser una sensación similar a la de un gamer cuando pasa pantalla tras pantalla sin importarle el tiempo. Eso sí, a veces esta caja no se abre y es un poco frustrante.
Por cierto, ¿cuál ha sido la fiesta de tu vida?
Pues me quedaría con dos, que además son recientes. La primera fue esta pasada Semana Santa en Son Amar, cuando pinché en la terraza después de Tania Vulcano. Aquello parecía el Space de Ibiza en sus mejores tiempos. Ver a toda esa gente volcada en ese sitio tan mágico fue muy bonito, sobre todo si tenemos en cuenta que era uno de los primeros eventos sin restricciones de aforo.
También fue muy especial pinchar en el Specka, un club que es toda una referencia en Madrid. Está en un lugar escondido, justo al lado del Santiago Bernabéu, y lleva abierto de manera interrumpida desde 1989. Además, compartí cartel con dos buenos amigos a los que también admiro mucho: Simón García y Papol. Aquello fue cumplir un sueño.
Además de deejay, también produces…
Empecé a producir casi al mismo tiempo que a pinchar. Al principio, editaba partes de un tema que no me gustaban. Lo hacía a través de tutoriales on line así que ya te puedes imaginar el resultado (risas). Así, decidí apuntarme a varios cursos y también a aprender solfeo con un piano, algo imprescindible para entender la música. Luis Garayalte (Wagon Cookin’ – Kyodai), que por entonces vivía en Palma, fue mi profesor. Más tarde, coincidiendo con su 20 aniversario, les hice una remezcla de ‘Start to play’, un tema suyo noventero.
Desde 2018, he sacado a luz una treintena de ‘releases’. Además, tengo otros diez ‘unreleases’ y en el tintero, unos quince. Entre otros sellos, he trabajado con Lapsus de Supernova o Dark Mirror, un ‘label’ ruso que mola mucho. También con uno húngaro muy potente que se llama Roflex.
De todas maneras, déjame decirte que me considero más deejay que productor. La producción me sirve como complemento, ya que no suelo compartir mis temas. Me gusta darle un toque personal a mis sesiones editando tracks para que suenen diferente a lo esperado.
Y diriges una emisora de radio junto a DJ Napo…
Pues sí. Antes de conocernos, yo ya tenía un programa en Ibiza Global Radio. Nos presentó Álex Caro, el residente de Social Club, cuando Napo estaba al frente de Vicious Radio. Meses más tarde, poco antes del inicio de la pandemia, me propuso ser su socio en Who Electronic Radio. La verdad, es que no dudé ni un momento si bien no sabía dónde me metía (risas). Ten en cuenta, que tenemos 150 programas diferentes cada semana, cada uno de ellos con su correspondiente artista.
Al principio, no fue fácil gestionar todo aquello porque había mucho trabajo. Pero, la verdad es que está siendo una experiencia maravillosa ya que tenemos una química muy especial… a pesar de que discutimos mucho (risas).
Contamos con una plantilla de unos 40 artistas entre locales y nacionales. Todos se han volcado con un proyecto que lo paso muy mal durante el confinamiento ya que nuestros clientes se dedican a la hostelería, el sector más castigado. Por eso, decidimos seguir emitiendo su publicidad para que no perdieran visibilidad.
Ahora no es el mejor momento de la radio ya que la era digital se está haciendo con su espacio. Nuestra gran diferencia con ellas es que la nuestra emite, no reproduce. Creo que es una manera de mantener la magia de la radio.
Cambiando de tema… ¿Cómo se presenta este verano?
Me he centrado en las residencias que tengo con Danzú -en Son Amar y Social Club- ya que estoy como en mi casa. Son como si fueran de mi familia. Además, también trabajo con ellos como ‘runner’ en los festivales que organizan en Son Fusteret.
También soy habitual en el Brooklyn Club, donde desde el principio confiaron en mí. Y también podéis escucharme, cada martes de 20 a 21 horas, en mi programa en Who Electronic Radio.
¿Hasta cuándo te ves pinchando?
No sé hasta cuando, pero sí que sé hasta donde tengo que llegar como mínimo. Y ese será el día que mis tres hijos – Nico (16 años), Dani (14) y la pequeña Álex (12)- vengan a verme pinchar para bailar con mi música. Aunque sean de una generación de reggaetón o de trap, les encanta que su padre sea discjockey. Ellos, junto a mi mujer Carolina, son los primeros en escuchar mis producciones. Incluso, en ocasiones, me sugieren cambios.
Por último, ¿qué consejos le darías a alguien que está empezando?
Considero que es muy importante saber leer una escena que cada año varía. La música electrónica evoluciona continuamente y es importante adelantarse a la siguiente ola.
FAST CHECK
- Un deejay: Óscar Mulero
- Un productor: Simón García
- Un tema: ‘The man with red face’ de Laurent Garnier
- Un estilo que no sea electrónica: Rap Metal
- Un club: Space Ibiza
- Un festival: Tomorrowland
- Una comida: pasta
- Una bebida: Coca-Cola
- Una película: ‘Gladiator’
- Una serie: ‘House’
- Un lugar para perderse: Los Pirineos