Cuando se llega a los 40 años puede que tengamos la percepción de no saber en qué momento de la línea cronológica nos encontremos, ¿sigo siendo joven?, ¿estamos en la edad madura?
Esta percepción es lógica, porque es una línea social que va oscilando dependiendo de la cultura en la que vivamos. Al igual que hay culturas en las que se define juventud hasta los 25 años, hay otras que la postergan hasta los 40. Lo mismo ocurre con la edad madura, donde el inicio puede oscilar entre los 30 (o 33 por aquello de “la edad de Cristo”) y los 50 años. Este abanico será muy amplio dependiendo del territorio donde se viva, el clima, la calidad de vida, etc.
Nuestro cuerpo bien cuidado podrá seguir sintiéndose ágil, dinámico, espléndido, hermoso y bello
A nivel biológico en nuestra sociedad, entrar en la década de los 40 no será una etapa donde más cambios se den, como pudieran ser la pubertad o la vejez. Sí que notaremos algunos cambios de transformación hacia el envejecimiento, como la aparición de arrugas, flacidez en la piel, canas, caída de cabello… Pero en rasgos generales, nuestro cuerpo bien cuidado podrá seguir sintiéndose ágil, dinámico, espléndido, hermoso y bello. Podrían aparecer algunas enfermedades degenerativas que afecten sobre todo a nuestra sexualidad, pero esos casos serán contadas excepciones.
Solo un factor social que suele estar ligado al biológico y que atañe en exclusiva a las mujeres: la reproducción. La menopausia (la etapa en la que la mujer deja de madurar óvulos para un posible embarazo) suele aparecer alrededor de los 50 años, por tanto, hasta esa edad una mujer podría tener un hijo o una hija. Es cierto que en algunas mujeres puede aparecer una menopausia precoz alrededor de los 40 e incluso 30 años, aunque son los casos más atípicos; y donde a pesar de ello puede procederse a técnicas artificiales de fertilización. De hecho, conocemos casos de mujeres que han sido madres pasados los cuarenta y tantoscomo Ángela Molina, Ana Rosa Quintana, Anne Igartiburu, Inma Serrano, Irma Soriano… Sin embargo, a pesar de que la media de vida de una mujer es de 83 años, se sigue estigmatizando la maternidad con la juventud, y se siguen reprochando a mujeres treintañeras que no son madres con el típico mensaje: “Se os va pasar el arroz” (aludiendo a la menopausia), o “vas a parecer más abuela que una madre” (aludiendo a la diferencia de edad), etc. En algunas ocasiones estas frases suelen provenir de fuera de nuestro entorno más íntimo, y no se tiene por qué dar explicaciones de nuestro estado personal, aunque por educación y por “técnica de disco rayado” se puede contestar reiteradamente: ¡Ya llegará!
Lo cierto es que cada vez hay más escritos que revelan las ventajas de ser madres conscientes a los 40 años, y los beneficios que también pueden aportar a sus hijas e hijos siendo madres “añejas”. Aunque de este tema ya hablaré próximamente en otro artículo.
A nivel sexual no tiene por qué aparecer ningún cambio físico relevante
Y llegamos a los 40 años, con esta carga social y cultural; y con esos primeros cambios físicos que comentaba anteriormente. A nivel sexual no tiene por qué aparecer ningún cambio físico relevante, y prácticamente casi todos los cambios o nuevas situaciones que se produzcan tendrán más que ver con el ritmo de vida y de expectativas personales, que no biológicamente.
En el caso de que se produzca una menopausia precoz, como mencionaba, habrá que estar pendientes especialmente de cómo afecta psicológicamente el factor de la reproducción. A algunas mujeres se les pone en la tesitura de tener que planificar una maternidad inmediata no planteada hasta ese momento; a otras, en cambio, no les afectará y no harán ninguna acción; o prescindirán de ser madres tradicionales, barajando otras maneras de ser madres como la adopción, el acogimiento o “familias canguros” de menores.
Otros factores psicológicos que pueden aparecer son el estrés tanto por temas laborales como familiares (precariedad, exigencias, cambios de horario, gastos, desempleo, responsabilidades sobrevenidas, las tareas compartidas del hogar, etc). Este ritmo de vida puede hacer que nuestro deseo sexual disminuya e incluso que desaparezca, y puede ocurrir tanto en hombres como en mujeres. En el caso de las mujeres no se le suele dar mucha importancia, porque todavía hay esa falsa creencia de que a las mujeres les importa menos el sexo. Y en el caso de los hombres no se suele hablar mucho de esta situación, ya que muchos tienen aún esa falsa creencia de que los hombres siempre han de estar dispuestos para el placer, y les avergüenza reconocer que en algunas ocasiones la falta de deseo también les ocurre a ellos.
En el caso de las mujeres esa falta de deseo se reflejará en poca motivación para relacionarse con amistades, conocer a otras personas, y mantener encuentros sexuales; tanto si tiene pareja como si no. En los hombres, ocurrirá algo semejante, y además intentará evitar el contacto íntimo para no tener que exponerse ante la falta o poca erección genital.
En algunas ocasiones las parejas pueden estar ya consolidadas, y aunque puede tener aspectos positivos, también puede afectar por una constante monotonía en ritmos de vida, actividades, ocio, prácticas sexuales, número de frecuencia, etc. Cuando se llega a este momento es recomendable comenzar a planificarnos de otra manera. Se dice que para llegar a lugares diferentes hay que empezar por hacer caminos distintos, por tanto podemos aplicarnos el dicho, y empezar a sorprender a nuestra pareja, volver a valorar esos detalles que nos emocionaban, organizar alguna escapada, o irnos el domingo de pícnic en lugar de estar planchado en el sofá. Todo eso reanimará y nos hará volver a vibrar con nuestra pareja.
Para llegar a lugares diferentes hay que empezar por hacer caminos distintos
En los casos en los que aparezca una disminución del deseo, dificultad eréctil, apatía sexual, monotonía o dejadez en la pareja, puede ser de utilidad consultar con un profesional de terapia de pareja o de la sexología. No hay que reprochar a los años esa falta de interés. La sexualidad continúa toda la vida, así que si invertimos en estar no bien, sino mejor, desde ahora ganaremos también calidad de vida y bienestar.
La década de los 40 también puede ser una etapa, al igual que cualquier otra, para enamorarnos tanto por primera vez como por undécima. Hay personas que hasta que no llegan a esta edad no empiezan “a vivir” porque lo han dedicado prácticamente al estudio, tanto de sus carreras como a oposiciones (notarías, judiciales…). Aunque son los casos menos mencionados, hay un gran número de personas que han dedicado gran parte de su vida a los libros y aspiran a una plaza de trabajo pública que no les ha permitido la diversión y disfrutar de su sexualidad con otras personas como sí les ha ocurrido a gente de su entorno. Algunas personas pueden renunciar a empezar una vida en pareja y sexual por vergüenza, por falta de experiencia, por sentirse un poco contra corriente.
Sin embargo, no hay una edad para iniciar una relación sexual, ni una edad para enamorarse, ni una edad es mejor que otra. Si se quiere, siempre será aquí y ahora el mejor momento para disfrutar, por más que nuestra tarta de cumpleaños se llene de velas.