Se prevé que 100.000 turistas visiten Chernóbil en 2019, doblando las cifras del año 2017.
Excursión a Chernóbil, 3 noches, hotel de 4 estrellas y tour por 260 euros. La ciudad de Prípiat, donde se sitúa la planta nuclear de Chernóbil se abrió a los turistas en 2011 y desde entonces el número de visitantes anuales no ha parado de crecer, igual que su oferta turística.
La junta de turismo y promoción de Kiev prevé recibir este año a 100.000 visitantes, con lo que se superarán los 72.000 de 2018 y se duplicarán los 50.000 turistas de 2017, según informa la CNBC. A partir de la emisión de la serie de HBO Chernobyl, la ciudad que vivió el peor accidente nuclear de la historia recibe un 48 % más de visitantes que el año anterior, según afirma Victor Korol, director de SoloEast, una empresa que ofrece visitas turísticas por la zona. «Aunque viajar a lugares asociados con la muerte no es un fenómeno nuevo, el auge del turismo como un sector económico fundamental a escala mundial ha disparado el interés por este tipo de lugares, que se conoce como tanatoturismo o turismo oscuro (dark tourism)», afirma Daniel Liviano, profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC.
La prisión de Alcatraz, los campos de concentración de Mauthausen, la cueva Tham Luang, donde quedaron doce niños tailandeses atrapados, o zonas donde se han cometido genocidios como Ruanda se han convertido en lugares cada vez más frecuentes en el itinerario turístico internacional. «Este es un fenómeno extremadamente complejo y heterogéneo: las motivaciones de los turistas son muy diversas, como también los destinos y las actividades ofertadas», afirma Liviano.
Entre la curiosidad, la banalización y la ética
La industria turística ha encontrado en este tipo de turismo un pozo sin fondo de posibilidades. Muchas de estas destinaciones que ofrecen experiencias oscuras desarrollan tours experimentales. Por ejemplo, las que se ofrecen en la frontera con México, dónde se organizan caminatas nocturnas que simulan el cruce de la frontera con Estados Unidos como inmigrantes indocumentados, en las que se vive la experiencia de cruzar túneles y se sufre el «secuestro» de traficantes de personas por parte de actores. Pero ¿es el turismo un vehículo apropiado para representar eventos relacionados con el sufrimiento humano?