/

Blogueros y canaperos

Desde este rinconcito que ocupo en la redacción he sido muy fan del término «blogueros y canaperos». Ya sabéis, estos personajes que van a los eventos y que en realidad no le importa demasiado que se celebra, solo van para ver a los amigos (otros blogueros y canaperos) hacerse unas fotos con algún personaje que posteriormente colgaran en sus redes sociales, beber y comer gratis.

Desde el boom de los blogs, tanto el número de blogueros canaperos como de eventos sin sentido ha crecido de manera escandalosa dando lugar a cosas tan rocambolescas como bloggers cuyas bitácoras recogen sus fotos de día a día que demuestran que tiene dos vaqueros que combina siempre con dos camisetas muy llamativas de Zara y un bolso gigante que no pega para nada pero le da el look bloguero, yendo a eventos del tipo «Las mejores ensaimadas de palma en el hotel X» o “Inauguración del verano de la tienda multimarca X”.

Los canaperos son esos personajes que sin ser de ningún medio de comunicación van a todo, saben de todo y conocen a todos tildando de íntimos amigos a personas importantes o de relevancia social que vieron una vez en la mesa de al lado y de refilón. En mi etapa laboral madrileña hasta un periódico nacional otorgó el premio canapero mayor, si bien era por ser la persona a la que más actos habían contabilizado que asistía.

Se que esto no es nuevo  pero hace unos años se planteaba una pregunta a los organizadores de eventos que genero debate: “¿De verdad crees que llevar a tu evento a alguien que «vende» su timeline a cambio de canapés y gintonics a todo tipo de marcas, sea cual sea tu actividad, va a beneficiarte a medio/largo plazo?”

No os confundáis, no digo esto desde mi pedestal de superioridad; yo también entono el mea culpa a veces. El caso es que con tantos años de eventos y canapés a las espaldas, lo mismo no he aportado mucho a nivel informativo sobre éstos, pero he descubierto que no es que me haya vuelto un experto en cuanto a su organización pero se exactamente lo que no quiero.

 

Y tú, ¿Qué opinas?

Artículo anterior

Vivir es mucho más que respirar

Siguiente artículo

Tres semanas sin camembert

Lo último