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¿A dónde irán los besos que no damos, que guardamos?

Fue en 2013 cuando una pareja tailandesa, en un maratón por San Valentín, perpetuó el beso más largo de la historia, batiendo su propio récord mundial de 58 horas, 35 minutos y 58 segundos con los labios entrelazados. Desde que aquellos dos tailandeses estuvieron 2 días y medio besándose, quedó oficialmente aclamado el 13 de abril como el Día Internacional del Beso. (En 2011 la misma pareja solo había llegado a permanecer 46 horas, 24 minutos y 9 segundos).

Ese beso fue con los pies pisando en la tierra, pero tenemos otro ejemplo de una pareja que se besaron como pez en el agua. Una pareja italiana de buzos se besaron en el fondo de un tanque oceánico durante 3 minutos y 8 segundos. La palabra “beso” proviene del latín “Basium” (acción de besar) y “besar” del latín “Basiare”, tocar algunas cosas con los labios contrayéndolos y dilatándolos suavemente, para manifestar amor, amistad o reverencia, o como saludo. En este artículo obviaremos lo del saludo, y nos adentraremos en esa parte más de la amatoria, más carnal y pasional (que esto último ya no lo dice la Real Academia de la Lengua, que ya lo digo yo).

En un beso participan 34 músculos faciales, entre los que destacan el elevador del labio superior, el cigomático menor, también el mayor, el masetero, el bucinador, el músculo risorio, el orbicular de los labios y el depresor del labio inferior.

En un beso participan 34 músculos faciales, entre los que destacan el elevador del labio superior, el cigomático menor, también el mayor, el masetero, el bucinador, el músculo risorio, el orbicular de los labios y el depresor del labio inferior. Además de otros 134 músculos de otras partes del cuerpo para acomodarse a una postura adecuada. Además, los besos estimulan la producción de algunas hormonas, como la oxitocina (libera el sentimiento de amor y fortalecimiento de vínculo de la pareja), las endorfinas (sensación de felicidad), la dopamina (estimula el centro del placer)…

En algunas ocasiones he tratado como sexóloga a parejas que se encontraban alejadas en su relación, y para ello he iniciado un trabajo de ejercicio semanal de 15-20 minutos de encuentro donde lo único que tenía que haber era un acercamiento paulatino de besos. La pareja podía negociar en casa qué tipo de besos querían: si solo en la mejilla, si también en los labios, si podían acercarse a la lengua y/o a los dientes, etc.

En la mayoría de los casos manifestaron en mi consulta que se habían encontrado un espacio de reencuentro con su pareja, y que incluso notaban en su vida cotidiana como si se hubiera reducido el estrés. Incluso hay estudios que dicen que aquellas parejas que son besadas de manera satisfactoria ven reducidos sus niveles de colesterol. De momento besarnos en persona, sea de la manera que sea, va a ser complicado estos días en tiempos de confinamiento y distanciamiento social. Y como sigamos la mayoría de personas en casa, en aislamiento, y haciendo repostería casera, poco colesterol vamos a bajar (al menos de momento).

Cuando todo vuelva a la normalidad, algunas personas podrán acumular sus besos, y abrazos, e intentar comerse el mundo y las tapas de los domingos.

Hace unos días publiqué en redes sociales esta frase evocando una mítica canción del cantautor Víctor Manuel “¿A dónde irán los besos que no damos, que guardamos?”. Mi amiga M. me escribió que los acumulamos para cuando podamos darlos; y mi amiga D. dijo que van al aire y caen sobre aquellos que más los necesitan. Este destierro social nos ha tenido que servir para darnos cuenta de la importancia de eso que llamamos “la sociabilización”, que no es más que otra cosa que estar en las calles, en los restaurantes, en seguir nuestros estudios presenciales en el aula y la biblioteca, en la celebración de cumpleaños con las amistades, el quedar con tus pares en el parque hasta que se te pase la hora, viajar, hacer excursiones, tomarte el aperitivo los domingos tomando el sol… Relacionarnos.

Cuando todo vuelva a la normalidad, algunas personas podrán acumular sus besos, y abrazos, e intentar comerse el mundo y las tapas de los domingos. En cambio (y generalizando), otras personas, personas con discapacidad, personas con diversidad funcional, ya saben lo que es el confinamiento, pero no de ahora, sino de antes, de años. Porque el resto del mundo no las incluíamos en nuestros planes. A medida que pasan los años el grupo de amistades se va reduciendo, la sociedad les va aislando, cuando no increpando, como se ha visto recientemente por los balcones. Así que cuando salgamos de nuestras madrigueras intercambiando esos besos acumulados, acordémonos de que hay personas, otro tipo de personas, que seguirán, exactamente igual, en un confinamiento constante, imaginando que los besos que no dan les caen sobre sí.

¡Feliz día del Beso, para todas y todos!

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