Carson Branstine, de Uber al Olimpo de Wimbledon

La modelo, tenista y futura abogada canadiense irrumpe con fuerza en el All England Club mientras lucha por entrar en el Top 100 y cerrar una etapa marcada por el trabajo duro y los sueños pospuestos

Hay historias que parecen escritas para viralizarse. Carson Branstine, con solo 24 años, ha protagonizado una de esas narrativas que Wimbledon nos regala cada verano: la de la outsider que, lejos de llegar como favorita, convierte una derrota en primera ronda en una victoria mediática y personal.

Aunque cayó temprano en su debut en el cuadro principal del Grand Slam británico, la tenista canadiense de raíces texanas se ha ganado el cariño del público, el respeto del circuito y la atención de los medios. Pero más allá del tenis, lo que realmente ha convertido a Branstine en una revelación de estas semanas es su historia de superación, trabajo paralelo y honestidad brutal: una atleta profesional que ha sostenido su carrera compaginándola con trabajos como modelo y repartidora de Uber.

UNA TENISTA ENTRE MODELOS Y APLICACIONES DE REPARTO

Carson Branstine

Graduada en Texas A&M, Branstine llegó a Wimbledon con el puesto número 194 del ranking WTA. Pero su camino no ha sido fácil: tras brillar en el circuito universitario estadounidense y representar brevemente a Canadá en torneos internacionales, su progresión profesional se vio frenada por las dificultades económicas que azotan a muchas jugadoras fuera del Top 100.

“Me di un ultimátum: si no llegaba a la fase previa de Roland Garros, lo dejaba”, confesó durante una entrevista en Londres. Pero no solo resistió, sino que logró clasificarse para Wimbledon y llevarse a casa 66.000 libras esterlinas, un salvavidas que puede darle el empujón definitivo que necesita su carrera.

En paralelo, su faceta como modelo —representada por agencias como Wilhelmina y Neal Hamille ha servido para financiar viajes, entrenamientos y equipamiento. Además, llegó a instalarse la app de Uber para conducir y generar ingresos adicionales, aunque —según aclaró ella misma— nunca llegó a realizar un trayecto, ya que Uber exige tener al menos 25 años para ser conductor.

LA CARRERA HACIA EL TOP 100: OBJETIVO MARCADO

Con el cheque de Wimbledon en el bolsillo y una buena dosis de motivación en la maleta, Branstine tiene claro el siguiente paso: “No borraré la app de Uber hasta que entre en el Top 100”, escribió en X (antes Twitter).

Su mezcla de carisma, sinceridad y talento ha generado un aluvión de comentarios positivos, hasta el punto de que Barstool Sports la bautizó como la “Diosa del Olimpo”, apelativo que ella misma reconoció con humor: “Tiene un buen sonido”, respondió.

Además de su fugaz encuentro con Novak Djokovic, su presencia en entrevistas de Tennis Channel y su destacado papel en redes sociales, ha conseguido algo más valioso que una victoria: conectar con el público. Esa conexión rara vez se entrena, pero sí se percibe.

UNA CARRERA MULTIPLATAFORMA

En un momento en el que el tenis femenino necesita nuevas narrativas y referentes frescos, Carson Branstine emerge como una figura 360°: deportista, estudiante de Derecho, influencer ocasional y modelo profesional.

Y lo hace sin filtros, sin discursos prefabricados. Sus publicaciones reflejan esfuerzo, alegría, vulnerabilidad y ambición. En Instagram, se despedía de Londres con un mensaje que rezuma gratitud:

“Muchos primeros de muchos, mucho amor, toneladas de diversión, fresas por doquier y los mejores recuerdos hasta ahora. Nos vemos en 365 días, Wimbledon.”

LA HISTORIA QUE EL DEPORTE NECESITA

¿Qué hace especial a Carson Branstine? No solo su tenis, todavía por pulir pero ya prometedor, sino su valentía para hablar de lo que muchos ocultan: que fuera del Top 100, la élite del tenis se financia con mucho sudor, y a veces también con trabajos ajenos a la pista.

En tiempos de atletas cuidadosamente diseñados para las marcas, Branstine ofrece un relato honesto, reconocible, y por eso, profundamente inspirador. Si logra entrar en el Top 100, se cerrará un ciclo de entrega absoluta. Y si no lo logra, habrá ganado algo igual de valioso: un lugar en el corazón del tenis contemporáneo.